En
otra oportunidad nos pidieron una madera de 30 x 40 cm y
tapitas de gaseosas. Conseguí la madera en el galpón
revolviendo basura y a riesgo de agarrarme el tétano,
pero con las tapitas de Coca no hubo caso. Por donde íbamos
solo encontrábamos corchos.
Nadie tomaba coca de mis amigos. Un día mi viejo
se quiso hacer el inventor y metió granadina dentro
del sifón Drago y cuando apretó la manija
lleno de espuma la cocina.
A mi vieja se le paso el encule a los dos días.
Recuerdo
que en una época Coca había puesto la figura
de un Falcon en algunas tapitas y si te salía te
ganabas un auto. ¿Que loco, no? La de trifulcas
que se armaron entre mozos y clientes.
Agarramos
las bicicletas y nos fuimos en patota a recorrer la ciudad.
Agachados debajo de las mesas de los bares logramos el
objetivo. Pero nos costo varios días de rastrillaje
desde la pizzería que estaba al lado del cine Rex
pasando por la Rivadavia hasta llegar al bar de Demarco.
Más allá no podíamos sin permiso.
No nos dejaban. Ya a los doce nos adentramos en el terreno
prohibido de "El Cazador". Zona de pecado.
Para
que era todo eso?
Nos hicieron clavar las tapitas boca arriba en la madera
para hacer un felpudo.
Recuerdo perfectamente cuando lo puse en la entrada de
la cocina. Mi viejo venia embalado con la estufa a kerosén
que había prendido en el patio por el olor y casi
se estampa contra la pared.
El felpudo debe haber caído en Matheu cuando lo
revoleó.
Claro
que Ud. pensará como sacarse el polvo de la calle
con tapitas. Bueno le cuento que antes no traíamos
polvo sino barro. Todo Escobar salvo algunas excepciones
era un lodazal. Era normal en algunos lugares públicos
que en la entrada tengan una especie de cuchilla adosada
al suelo para limpiar el calzado al entrar.
Que vida aburrida. A la hora de la siesta se acababa el
mundo. Los padres te asustaban con el Curupí o
la gitana para que no salgas. Claro, los muy irresponsables
dormían a pata suelta y nadie nos cuidaba. No se
si prescribió pero habría que denunciarlos
por abandono de persona.
Cuando
todo estaba en calma escapábamos y nos reuníamos
en el monte que estaba atrás de la clínica
Fátima, en ese tiempo el colegio del Norte. Media
manzana de tupido follaje que nos permitía realizar
un nutrido porfolio de tropelías. Algunas de suma
peligrosidad que haría empalidecer al mismísimo
Rambo.
Tanto
escándalo ahora porque los jóvenes se ponen
aros, implantes, tatuajes... ¿y nuestras cicatrices?.
Nadie habla de nuestras cicatrices. No hablo de las que
no se ven, con esa podes caminar y no se ríe nadie,
hablo de las que nos hicimos por negligencia de quienes
debían cuidarnos.
Esas que hicieron los sifones de vidrio que se caían
o explotaban. ¿Que demente manda un niño
a compra soda?. Las que nos quedaron por jugar en pata
en el potrero, caernos del tapial, o jugar con cuchillos.
¿Quién no ha jugado con cuchillos? Nosotros
poníamos a un vecino que le teníamos bronca
en una madera en el fondo de casa y le tirábamos
con cuchillos. Hasta hoy recuerdo la cara del pibe.
Ni que hablar de las mordeduras de mascotas. Porque todo
bicho que corría por el pasto caía en nuestras
casas. Nuestros viejos eran especialistas en tener mascotas
que no se podían tener. Después nos mandaban
a nosotros a alimentarlas y terminábamos siendo
su alimento. Yo, particularmente, tuve mas surtido de
animales que Temaikén.
Un
día se me resbalo una cerveza de la góndola
del súper y cuando estalló se cortó
levemente uno de mis hijos. Amen de rociarnos los dos
con el líquido de su interior. Cuando fui al hospital
por poco me llevan en cana. Eso es cuidar a la infancia.
Y
pensar que mis padres y los de mis amigos están
sueltos.
Retomo
la historia, cuando teníamos sed o hambre parábamos
en la casa de alguna nona. Siempre había una nona
cerca.
Éramos abastecidos de comida naturalista y agua
fresca para continuar la aventura.
Mi abuela hacia yogurt cortando la leche casera en una
cacerola sobre el marco de la ventana. Las bacterias del
aire hacían todo el proceso. Puaggg, no puedo explicarme
como no hubo muertes en masa como en Guyana.
Hoy tienen la suerte de contar con, lactobacilos G, H
V corta y B larga...Actimel, Activia, y todo en varias
presentaciones, líquido sólido, semi sólido,
con cereal, fruta, con sabor sin sabor y hasta semi masticado.
Ahora
no solo que no hay nonas.. si a un pibe se le ocurre decirle
abuela a una mina de cincuenta toda tuneada, le baja la
mitad de la dentadura.
Si
teníamos suerte de enganchar el recorrido del regador
municipal nos colgábamos de la parte trasera y
hacíamos un City Tour gratuito. Después
tenemos el tupé de criticar a los pobres pibes
que se suben al techo de los trenes.
La noche era toda una aventura por sí sola. Había
una lámpara de 60 w por cuadra, -con suerte- en
el medio veíamos guiados por la luz plomiza de
la luna. Claro que cuando había luna.
Dos por tres nos estrolábamos contra algo, un camión
parado, un pozo, una zanja, un alambrado... entre nosotros.
Recuerdo
vividamente cuando me mandaron a buscar una enfermera
a las 10 de la noche. No es necesario aclarar que no había
teléfonos de ningún tipo ni servicio de
ambulancias... -el SAME no se había inventado-
hoy se quejan que no hay gasas en los centros de salud.
¿Tienen tiempo para que les cuente lo que nos faltaba
a nosotros?
Agarro
la bicicleta Aurora negra con todos los chiches que la
tecnología de los 60 me permitía tener -menos
luz porque era cara- y salgo a mil por Travi, sentido
oeste-este.
Conocía todo de memoria, pozos, huellones, puentecitos
etc. Sabía que a mitad de cuadra había una
montaña de tierra de unos tres metros de alto que
hacia meses que estaba y ya la teníamos alisada
para subir por un lado y bajar por el otro.
El estado siempre se tomo su tiempo para hacer las
cosas. Eso no viene de ahora.
Tomo impulso, me paro sobre los pedales, el corazón
se acelera, siempre me daba miedo hacerlo, pero la bajada
justificaba todo.
En la oscuridad, recortada por la amarillenta luz de la
esquina se divisaba la improvisada rampa. Veinte, diez,
cinco metros... siiiii...Aurora apunta hacia las estrellas,
estoy arriba y ... de pronto la nada. La mismísima
nada se presentaba bajo mis pies. Algún energúmeno
se le ocurrió empezar a sacar la pila de tierra
hoy.
Aurora y yo
Caímos como plomo.
Como pude llegué a casa. Sin la enfermera, con
Aurora destruida y los dientes en la mano.
Después trajeron la enfermera... para mí.
Un
capítulo aparte eran los días de lluvia.
Apenas paraba sacábamos todos los juguetes de agua
para jugar en la zanja. Si en la zanja.
Hoy
le pongo a los pibes míos un frasco de alcohol
con gel en cada bolsillo para ir a la facultad.
No puedo entender que buscábamos en esas actitudes
riesgosas. Porqué no sentarnos a ver el fuego del
hogar o a escuchar la radio.
Pero
no.
Insistíamos
con cosas descabelladas y sin sentido.
Como
recorrer talleres mecánicos en busca de rulemanes
para hacer carritos. Carritos...! ¿para qué?
Yo
había fabricado una hélice con la tapa de
una lata de durazno que salía disparada de un carrete
de hilo al tirar de un cordel.
Una vez se la clavé en la frente a un pibe del
barrio, casi me mandan a un reformatorio.
Me salve por inimputable. ¿Pero acaso la culpa
la tiene el chancho?
Terminábamos
el día, embarrados, sucios y transpirados. Caíamos
en la cama muertos de cansancio, la casa se iba apagando
y el barrio se ponía en silencio. No se sentían
ruidos raros, ni bips, ni pips, tampoco se veían
leds que evidenciara algo cargando. La vida parecía
seguir al sol. El viejo reloj de cuerda era el único
que dominaba la escena, su martillar, por conocido ya
no perturbaba nuestro descanso.
A
veces se escuchaba un leve soplido de estática
que evidenciaba a algún viejo dormido en el diván
frente al televisor sin señal.
La
parte oscura del mundo se apagaba respetuosamente esperando
la solemne salida del sol y nosotros descansábamos
repasando con nuestra mente la película del día.
Los muy ingenuos nos creíamos felices. Seguro que
nos daban algún medicamento en etapa de experimentación.
No
se como pudimos subsistir con tantas carencias.
Sin electrónica, sin comunicaciones, sin conectividad,
sin ningún High School... aunque sus dueños
seguros que son de mi época... deben de haber sufrido
como yo... pero quizás no quieren que a los demás
les quede el mismo trauma.
No
me imagino una sociedad sin poder llevar los chicos a
pasear por los shopping. La oportunidad de conocer el
verdadero Papa Noel. Sin la amistad virtual -Los Tamagotchi,
facebook, simuladores, etc.-
Nos
hacían repetir el año. Hay que ser mal nacido,
por suerte hoy promocionan por ley. Esta comprobado científicamente
que hace daño repetir. Doy fe, tengo un amigo que
quedó turuleco.
Y las amonestaciones? Hay algo peor?
¿ Hay algo mas estigmatizante que eso?
Autodisciplina es la solución. Lo que hubiéramos
dado nosotros por tener autodisciplina.
Aunque si hubiéramos tenido autodisciplina yo no
habría aprendido a falsificar firmas. Me habría
perdido mi primer microemprendimiento.
Es
imperdonable el daño que les han hecho a esos pequeños,
en los que me encuentro. Claro que hubo algunos que zafaron.
Yo no... si no fuera por un reconocido psiquiatra de la
zona ya estaría entre rejas.
Para ser honesto estoy entre rejas, del julepe que tengo
a los afanos.
El chaleco de fuerza químico me mantiene con los
pies en el suelo... ¿para cuando "Plidan para
Todos"?
Nuestra
generación no se vio libre de estimulantes artificiales,
aditivos y otras porquerías que consumimos y de
las que debo hacerme cargo. O vamos a pensar que todo
eso es nuevo.
Me refiero claro de la Coca-cola con Geniol y del Gofio...
pasando por el cigarrillo de chocolate, la bananita Dolca,
la ensalada de fruta con vino tinto entre otras cosas...
y ni que hablar cuando masticábamos la brea de
las juntas del macadán.
Gracias
a Dios que se terminó con ese cúmulo de
arbitrariedades, torturas y vejámenes de los que
hemos sido objeto y cuya consecuencia esta a la vista
de todos.
Sino
que otra explicación puede tener las actitudes
de la generación que nos estuvo y está gobernando?
Esa
compulsiva necesidad de ser queridos en exceso, una, dos,
tres mujeres. Ya no pasaran mas frió y menos que
menos calor. Split y losa radiante donde sea que estén.
Autos grandes, muy grandes, altos y poderosos, de muchos
cilindros es lo que tapa toda falencia. Caminar?... nunca
mas.
Y por último juguetes... porque no nos engañemos,
nunca dejamos de jugar, la diferencia es que de grande
lo hacemos con juguetes caros.
Ahora veo claramente, entiendo el tema de los yates, las
motos de agua, los bulines, las piscinas climatizadas
con robot limpiador y los Rolex. No me queda claro como
justificar psicológicamente los bolsos pero no
importa... es por mi propia ignorancia. Seguramente la
corriente Freudiana lo hará.
Pero
esto tiene una salida. No, no me refiero a Ezeiza. Es
la generación que viene, la que se libró
de todo lo expuesto. La que fue protegida y provista de
los nutrientes para garantizar una perfecta evolución.
Es totalmente inútil saber como prender un fósforo...
cambiar una garrafa o una cubierta. Alguien lo hará
por ellos.
No tiene sentido andar expuesto a la radiación
solar cuando podemos esta encerrados horas y horas en
la seguridad de la casa o aislados con un auricular bajo
el descanso de la escalera.
Supongo
que nos quieren convencer sobre la importancia de las
conexiones biológicas. Pamplinas.
Fueron
preservados para algo superior, estoy seguro... si mi
generación parió los políticos en
curso, la generación iPod tendrá los suyos
en correlato.
El futuro se esta escribiendo hoy y se verá mañana
así como hoy estamos viendo lo que se escribió
hace cincuenta años
Éramos
tan pobres...y lo peor de todo es que nos creíamos
ricos y felices.
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