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Crónicas urbanas


La generación iPod vino para salvarnos


Publicado en enero de 2012
Reperfilado en 2019


19 de octubre de 2019
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por @jorgecarusso para @jescobarsite


Cuando veo padres preocupados por sus hijos vienen a mi mente imágenes de mi triste infancia y me pongo verde. Traer recuerdos a primer plano y hacer odiosas comparaciones me incomoda.

Cuando digo padres preocupados me refiero a aquellos que cortan una avenida porque sus hijos no tienen calefacción o aire acondicionado en el colegio. También los que prenden fuego un jardín porque los chicos traen notitas abrochadas al guardapolvo violando los mínimos códigos de protocolo y buen gusto.
¿Adónde estaban mirando nuestros padres cuando arruinaban nuestras vidas?

En primero inferior la señorita Rosita me hizo arrodillar sobre maíz en un rincón, ya para eso me había pegado con el puntero y tenia a mi medida un bonete con orejas de burro.


Mi sobrina, docente, me contó que una madre trajo la nena al colegio sin vestir y le tiró una bolsita con la ropa diciendo: "vestila vos, yo no pude..."
Que pretendía esa bruja, vestirla a la fuerza y arruinarle la psiquis a la criatura como hicieron nuestros viejos y educadores con nosotros?

A mí nunca me preguntaban nada, mi vieja a la noche ponía todo en el respaldo de una silla esperando el acto castrense que implicaba la vestimenta para ir al colegio. Y ojo con equivocarte... porque nos vestíamos solos desde primero inferior. ¿No saben lo que es primero inferior? Entonces no sigan leyendo, no tiene sentido que lo hagan.
Un día que se cortó la luz me vestí como pude porque no se veía nada. Cuando llego al colegio, mi maestra de 3er. grado, Nelly Seminari me dice: "que guardapolvo raro", caminó en derredor escrutando mi entorno para luego exclamar: "pero esa es una camisa blanca de hombre"... si claro me había puesto la camisa de mi viejo. Un bochorno.

Desayuno: te haces solo un matecocino, lo cortas con un chorrito de leche cruda que traía el lechero con el carro - Don Torres- agarras un pan para masticar por el camino y te vas chiflando bajito.


Hice la primaria en un colegio privado. Entendieron bien, privado de todo lo material que se puedas imaginar, solo le sobraba de lo otro. La emblemática Escuela Nº1 que funcionaba en la calle Rivadavia en su intersección con Spadaccini.

Caminábamos todos los días varias cuadras en terrenos difíciles y en distintas condiciones climáticas. Yo venía desde el lado de la panamericana, vieja ruta 9, pasaba la laguna de la vieja cancha de Sportivo - con el agua hasta los tobillos- luego tomaba el sendero que salía por lo que hoy es el Jardín Japonés. Al costado había una vieja casona con dos palmeras en donde nos esperaban varios perros para corrernos todos los días.

Nadie nos llevaba... no había corredor de seguridad. Los creyentes, a la buena de Dios, los ateos solos por completo.


En verano vaya y pase, pero en invierno te la regalo. De que cambio climático me hablan. Cruzábamos sobre las zanjas congeladas y estas no se partían. No existían las camperas, nos ponían lo que entraba abajo del guardapolvo y arreglate.
Llegábamos morados y con los dientes castañeando. Para revivirnos, nos cacheteaban media hora, a mi una hora... nunca supe porque.
Para cuando servían el mate cocido que traía la portera ya era tarde... no, no no..., no estábamos todos muertos, estábamos corriendo por el patio. Bueno no todos, algunos andaban arriba del tapial que daba a Spadaccini, otros jugaban en el sótano y no faltaban los que se escapaban a tirar cascotes a los carros que pasaban por la Rivadavia. Un sainete.

Como puede ser que nadie este preso... cuanta suerte tuvimos que no nos pasara algo demasiado grave. Aunque en una de esas si nos pasó y no sale en la tomografía... yo sostengo que de ahí viene todo este debacle.

Cuando terminaron las nuevas instalaciones, en la entrada de Escobar, 25 de Mayo y Pellegrini, no se les ocurrió mejor idea que hacernos participar de la mudanza. Cientos de criaturas desfilaron como el éxodo jujeño llevando los bártulos al hombro hacia la nueva locación. Un disparate por donde se lo mire. Creo que de ahí viene mi crónico dolor de espalda.
Donde estaba el estado para defendernos. ¿Nadie vio eso?


Estudiar era un martirio. No solo por el innecesario acto de instruirse, sino por la metodología para hacerlo. Paso a ejemplificar.
Un día llego a casa con un instructivo bajo el brazo con lo necesario para armar algo.
Mis viejos eran pocos colaborativos. Que digo poco... cuando les preguntaba algo me salían con: "para que te mando al colegio...preguntale a la maestra", "fijate en el Lo se Todo".
Una madera con varias latas clavadas arriba y porotos adentro. No se puede creer, eran las Netboocks del subdesarrollo.
Comieron paté una semana seguida hasta que se pudrieron y me tiraron todo por la ventana, terminé armándolo yo solo, como lo hice con mi sofisticado instrumento de música. Dos palitos de escoba de 20 cm.

Hoy cuando veo los gabinetes que tienen los pibes para las extra programáticas me caigo de traste. Como no van a salir genios?
Robótica desde jardín, conectividad, rap, ingles y chino. Lo pedís y lo tenés



En verano vaya y pase, pero en invierno te la regalo. De que cambio climático me hablan. Cruzábamos sobre las zanjas congeladas y estas no se partían. No existían las camperas, nos ponían lo que entraba abajo del guardapolvo y arreglate.
Llegábamos morados y con los dientes castañeando. Para revivirnos, nos cacheteaban media hora, a mi una hora... nunca supe porque.

En otra oportunidad nos pidieron una madera de 30 x 40 cm y tapitas de gaseosas. Conseguí la madera en el galpón revolviendo basura y a riesgo de agarrarme el tétano, pero con las tapitas de Coca no hubo caso. Por donde íbamos solo encontrábamos corchos.
Nadie tomaba coca de mis amigos. Un día mi viejo se quiso hacer el inventor y metió granadina dentro del sifón Drago y cuando apretó la manija lleno de espuma la cocina.
A mi vieja se le paso el encule a los dos días.

Recuerdo que en una época Coca había puesto la figura de un Falcon en algunas tapitas y si te salía te ganabas un auto. ¿Que loco, no? La de trifulcas que se armaron entre mozos y clientes.

Agarramos las bicicletas y nos fuimos en patota a recorrer la ciudad. Agachados debajo de las mesas de los bares logramos el objetivo. Pero nos costo varios días de rastrillaje desde la pizzería que estaba al lado del cine Rex pasando por la Rivadavia hasta llegar al bar de Demarco. Más allá no podíamos sin permiso. No nos dejaban. Ya a los doce nos adentramos en el terreno prohibido de "El Cazador". Zona de pecado.

Para que era todo eso?
Nos hicieron clavar las tapitas boca arriba en la madera para hacer un felpudo.
Recuerdo perfectamente cuando lo puse en la entrada de la cocina. Mi viejo venia embalado con la estufa a kerosén que había prendido en el patio por el olor y casi se estampa contra la pared.
El felpudo debe haber caído en Matheu cuando lo revoleó.

Claro que Ud. pensará como sacarse el polvo de la calle con tapitas. Bueno le cuento que antes no traíamos polvo sino barro. Todo Escobar salvo algunas excepciones era un lodazal. Era normal en algunos lugares públicos que en la entrada tengan una especie de cuchilla adosada al suelo para limpiar el calzado al entrar.


Que vida aburrida. A la hora de la siesta se acababa el mundo. Los padres te asustaban con el Curupí o la gitana para que no salgas. Claro, los muy irresponsables dormían a pata suelta y nadie nos cuidaba. No se si prescribió pero habría que denunciarlos por abandono de persona.

Cuando todo estaba en calma escapábamos y nos reuníamos en el monte que estaba atrás de la clínica Fátima, en ese tiempo el colegio del Norte. Media manzana de tupido follaje que nos permitía realizar un nutrido porfolio de tropelías. Algunas de suma peligrosidad que haría empalidecer al mismísimo Rambo.

Tanto escándalo ahora porque los jóvenes se ponen aros, implantes, tatuajes... ¿y nuestras cicatrices?. Nadie habla de nuestras cicatrices. No hablo de las que no se ven, con esa podes caminar y no se ríe nadie, hablo de las que nos hicimos por negligencia de quienes debían cuidarnos.
Esas que hicieron los sifones de vidrio que se caían o explotaban. ¿Que demente manda un niño a compra soda?. Las que nos quedaron por jugar en pata en el potrero, caernos del tapial, o jugar con cuchillos. ¿Quién no ha jugado con cuchillos? Nosotros poníamos a un vecino que le teníamos bronca en una madera en el fondo de casa y le tirábamos con cuchillos. Hasta hoy recuerdo la cara del pibe.
Ni que hablar de las mordeduras de mascotas. Porque todo bicho que corría por el pasto caía en nuestras casas. Nuestros viejos eran especialistas en tener mascotas que no se podían tener. Después nos mandaban a nosotros a alimentarlas y terminábamos siendo su alimento. Yo, particularmente, tuve mas surtido de animales que Temaikén.

Un día se me resbalo una cerveza de la góndola del súper y cuando estalló se cortó levemente uno de mis hijos. Amen de rociarnos los dos con el líquido de su interior. Cuando fui al hospital por poco me llevan en cana. Eso es cuidar a la infancia.

Y pensar que mis padres y los de mis amigos están sueltos.

Retomo la historia, cuando teníamos sed o hambre parábamos en la casa de alguna nona. Siempre había una nona cerca.
Éramos abastecidos de comida naturalista y agua fresca para continuar la aventura.
Mi abuela hacia yogurt cortando la leche casera en una cacerola sobre el marco de la ventana. Las bacterias del aire hacían todo el proceso. Puaggg, no puedo explicarme como no hubo muertes en masa como en Guyana.
Hoy tienen la suerte de contar con, lactobacilos G, H V corta y B larga...Actimel, Activia, y todo en varias presentaciones, líquido sólido, semi sólido, con cereal, fruta, con sabor sin sabor y hasta semi masticado.

Ahora no solo que no hay nonas.. si a un pibe se le ocurre decirle abuela a una mina de cincuenta toda tuneada, le baja la mitad de la dentadura.

Si teníamos suerte de enganchar el recorrido del regador municipal nos colgábamos de la parte trasera y hacíamos un City Tour gratuito. Después tenemos el tupé de criticar a los pobres pibes que se suben al techo de los trenes.

La noche era toda una aventura por sí sola. Había una lámpara de 60 w por cuadra, -con suerte- en el medio veíamos guiados por la luz plomiza de la luna. Claro que cuando había luna.
Dos por tres nos estrolábamos contra algo, un camión parado, un pozo, una zanja, un alambrado... entre nosotros.

Recuerdo vividamente cuando me mandaron a buscar una enfermera a las 10 de la noche. No es necesario aclarar que no había teléfonos de ningún tipo ni servicio de ambulancias... -el SAME no se había inventado- hoy se quejan que no hay gasas en los centros de salud. ¿Tienen tiempo para que les cuente lo que nos faltaba a nosotros?

Agarro la bicicleta Aurora negra con todos los chiches que la tecnología de los 60 me permitía tener -menos luz porque era cara- y salgo a mil por Travi, sentido oeste-este.
Conocía todo de memoria, pozos, huellones, puentecitos etc. Sabía que a mitad de cuadra había una montaña de tierra de unos tres metros de alto que hacia meses que estaba y ya la teníamos alisada para subir por un lado y bajar por el otro.
El estado siempre se tomo su tiempo para hacer las cosas. Eso no viene de ahora.
Tomo impulso, me paro sobre los pedales, el corazón se acelera, siempre me daba miedo hacerlo, pero la bajada justificaba todo.
En la oscuridad, recortada por la amarillenta luz de la esquina se divisaba la improvisada rampa. Veinte, diez, cinco metros... siiiii...Aurora apunta hacia las estrellas, estoy arriba y ... de pronto la nada. La mismísima nada se presentaba bajo mis pies. Algún energúmeno se le ocurrió empezar a sacar la pila de tierra hoy.
Aurora y yo… Caímos como plomo.
Como pude llegué a casa. Sin la enfermera, con Aurora destruida y los dientes en la mano.
Después trajeron la enfermera... para mí.

Un capítulo aparte eran los días de lluvia. Apenas paraba sacábamos todos los juguetes de agua para jugar en la zanja. Si en la zanja.

Hoy le pongo a los pibes míos un frasco de alcohol con gel en cada bolsillo para ir a la facultad.
No puedo entender que buscábamos en esas actitudes riesgosas. Porqué no sentarnos a ver el fuego del hogar o a escuchar la radio.

Pero no.

Insistíamos con cosas descabelladas y sin sentido.

Como recorrer talleres mecánicos en busca de rulemanes para hacer carritos. Carritos...! ¿para qué?

Yo había fabricado una hélice con la tapa de una lata de durazno que salía disparada de un carrete de hilo al tirar de un cordel.
Una vez se la clavé en la frente a un pibe del barrio, casi me mandan a un reformatorio.
Me salve por inimputable. ¿Pero acaso la culpa la tiene el chancho?

Terminábamos el día, embarrados, sucios y transpirados. Caíamos en la cama muertos de cansancio, la casa se iba apagando y el barrio se ponía en silencio. No se sentían ruidos raros, ni bips, ni pips, tampoco se veían leds que evidenciara algo cargando. La vida parecía seguir al sol. El viejo reloj de cuerda era el único que dominaba la escena, su martillar, por conocido ya no perturbaba nuestro descanso.

A veces se escuchaba un leve soplido de estática que evidenciaba a algún viejo dormido en el diván frente al televisor sin señal.

La parte oscura del mundo se apagaba respetuosamente esperando la solemne salida del sol y nosotros descansábamos repasando con nuestra mente la película del día.
Los muy ingenuos nos creíamos felices. Seguro que nos daban algún medicamento en etapa de experimentación.

No se como pudimos subsistir con tantas carencias.
Sin electrónica, sin comunicaciones, sin conectividad, sin ningún High School... aunque sus dueños seguros que son de mi época... deben de haber sufrido como yo... pero quizás no quieren que a los demás les quede el mismo trauma.

No me imagino una sociedad sin poder llevar los chicos a pasear por los shopping. La oportunidad de conocer el verdadero Papa Noel. Sin la amistad virtual -Los Tamagotchi, facebook, simuladores, etc.-

Nos hacían repetir el año. Hay que ser mal nacido, por suerte hoy promocionan por ley. Esta comprobado científicamente que hace daño repetir. Doy fe, tengo un amigo que quedó turuleco.
Y las amonestaciones? Hay algo peor?
¿ Hay algo mas estigmatizante que eso?
Autodisciplina es la solución. Lo que hubiéramos dado nosotros por tener autodisciplina.
Aunque si hubiéramos tenido autodisciplina yo no habría aprendido a falsificar firmas. Me habría perdido mi primer microemprendimiento.

Es imperdonable el daño que les han hecho a esos pequeños, en los que me encuentro. Claro que hubo algunos que zafaron. Yo no... si no fuera por un reconocido psiquiatra de la zona ya estaría entre rejas.
Para ser honesto estoy entre rejas, del julepe que tengo a los afanos.
El chaleco de fuerza químico me mantiene con los pies en el suelo... ¿para cuando "Plidan para Todos"?

Nuestra generación no se vio libre de estimulantes artificiales, aditivos y otras porquerías que consumimos y de las que debo hacerme cargo. O vamos a pensar que todo eso es nuevo.
Me refiero claro de la Coca-cola con Geniol y del Gofio... pasando por el cigarrillo de chocolate, la bananita Dolca, la ensalada de fruta con vino tinto entre otras cosas... y ni que hablar cuando masticábamos la brea de las juntas del macadán.

Gracias a Dios que se terminó con ese cúmulo de arbitrariedades, torturas y vejámenes de los que hemos sido objeto y cuya consecuencia esta a la vista de todos.

Sino que otra explicación puede tener las actitudes de la generación que nos estuvo y está gobernando?

Esa compulsiva necesidad de ser queridos en exceso, una, dos, tres mujeres. Ya no pasaran mas frió y menos que menos calor. Split y losa radiante donde sea que estén. Autos grandes, muy grandes, altos y poderosos, de muchos cilindros es lo que tapa toda falencia. Caminar?... nunca mas.
Y por último juguetes... porque no nos engañemos, nunca dejamos de jugar, la diferencia es que de grande lo hacemos con juguetes caros.
Ahora veo claramente, entiendo el tema de los yates, las motos de agua, los bulines, las piscinas climatizadas con robot limpiador y los Rolex. No me queda claro como justificar psicológicamente los bolsos pero no importa... es por mi propia ignorancia. Seguramente la corriente Freudiana lo hará.

Pero esto tiene una salida. No, no me refiero a Ezeiza. Es la generación que viene, la que se libró de todo lo expuesto. La que fue protegida y provista de los nutrientes para garantizar una perfecta evolución.


Es totalmente inútil saber como prender un fósforo... cambiar una garrafa o una cubierta. Alguien lo hará por ellos.
No tiene sentido andar expuesto a la radiación solar cuando podemos esta encerrados horas y horas en la seguridad de la casa o aislados con un auricular bajo el descanso de la escalera.

Supongo que nos quieren convencer sobre la importancia de las conexiones biológicas. Pamplinas.

Fueron preservados para algo superior, estoy seguro... si mi generación parió los políticos en curso, la generación iPod tendrá los suyos en correlato.
El futuro se esta escribiendo hoy y se verá mañana así como hoy estamos viendo lo que se escribió hace cincuenta años

Éramos tan pobres...y lo peor de todo es que nos creíamos ricos y felices.


 

 



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