| Cada vez más animales
silvestres se dejan ver en ciudades y centros urbanos, generando
una mezcla de asombro, ternura
e incomodidades. Expulsados
de sus entornos naturales por el avance inmobiliario, la
deforestación o la simple presión humana,
buscan en nuestras calles comida, refugio y -tal vez- un
poco de paz.
Mientras perdimos mariposas, cigarras,
bichos canasto o de luz y caracoles, ganamos otros visitantes:
carpinchos, lagartijas, aves rapaces y, entre los protagonistas
más subestimados, las zarigüeyas, esas comadrejas
criollas que muchos ven como una amenaza, pero que son,
en realidad, aliadas silenciosas.
El retorno de un marsupial
olvidado
Ya las podemos ver en distintos lugares
de nuestro distrito (Escobar). Aparecen caminando por
medianeras, revisando tachos de basura o comiéndose
la comida del perro como si fueran viejas vecinas del
barrio. No es invasión: es supervivencia.
En muchos lugares están protegidas
por ordenanzas de fauna silvestre, algo que probablemente
también deberíamos debatir a nivel local.
Tema para ecologistas, conservacionistas
o concejales
con tiempo libre.
Los especialistas coinciden en que estos
animales cumplen un rol ecológico fundamental y
que, lejos de ser peligrosos, nos hacen un gran favor:
Controlan plagas: cucarachas, mosquitos,
garrapatas, ratas y ratones forman parte de su menú
diario.
Dispersan semillas, ayudando a regenerar
la vegetación urbana.
Sostienen la cadena trófica, alimentando
a aves rapaces y otros depredadores urbanos.
Aun así, para muchos vecinos tienen
"cara de susto" o generan rechazo. Pero cumplen
funciones que ningún veneno puede reemplazar sin
dañar el ambiente.
Cómo convivir con
ellas (sin drama)
No acosarlas ni intentar agarrarlas.
Cerrar bien la basura.
Evitar venenos y trampas.
Mantener a las mascotas alejadas.
Ante dudas, comunicarse con el área
de fauna o ambiente local.
Cuando se sienten acorraladas pueden gruñir,
mostrar los dientes o hacerse las muertas (literalmente).
No es agresión: es defensa.
Por qué están
acá
Porque se adaptan como pocas especies.
Porque encuentran alimento donde nosotros vemos desorden.
Y porque la ciudad todavía guarda huecos, árboles
y rincones donde lo silvestre sobrevive pese a todo.
Reflexión final
Quizás la pregunta no sea por qué
aparecen las zarigüeyas en nuestras calles, sino
cómo lograron sobrevivir a nuestro avance constante.
En tiempos donde el cemento avanza más rápido
que los árboles, estos pequeños marsupiales
nos recuerdan que la naturaleza no se extingue: resiste.
Y en esa resistencia, nos regala equilibrio, control de
plagas y un recordatorio de humildad.
La próxima vez que veas una, no
pienses en un intruso: pensá en un pedazo del ecosistema
original que aún pelea por mantenerse en pie. Y
tal vez en una señal de que, incluso en la ciudad,
la vida todavía encuentra su camino.
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