En 2017, Suecia marcó un hito al
anunciar su intención de digitalizar las aulas
de todo el país. El plan, que prometía "generar
más oportunidades, alcanzar un alto nivel de competencia
digital y promover el desarrollo del conocimiento y la
igualdad de oportunidades", parecía una apuesta
hacia el futuro. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos
y las inversiones, los resultados no fueron los esperados.
Ahora, el gobierno sueco está dando un giro de
180 grados y busca recuperar el equilibrio entre la vida
digital y la física de los estudiantes, poniendo
el foco en la educación analógica.
El diagnóstico:
una desconexión preocupante
El ministro de Asuntos Sociales y Salud
Pública, Jakob Forssmed, ha sido claro en señalar
que la excesiva digitalización en las aulas ha
generado consecuencias imprevistas. Según Forssmed,
el exceso de tiempo frente a las pantallas ha afectado
a las habilidades prácticas y físicas de
los jóvenes. "Las escuelas tienen la responsabilidad
de preparar a los niños para el mundo, pero lo
que estamos viendo ahora es algo más", aseguró.
"Hoy en día, los niños no pueden cortar
con tijeras, no pueden trepar a un árbol, ni siquiera
caminar hacia atrás porque están sentados
con sus teléfonos móviles", explicó,
en un intento por visibilizar los efectos negativos de
la dependencia digital.
Además, el ministro destacó
un alarmante fenómeno: enfermedades típicamente
asociadas a personas mayores, como trastornos posturales
o problemas visuales, están empezando a afectar
a los más jóvenes. Un claro indicio de que
el avance tecnológico, si bien ha traído
muchos beneficios, también ha generado efectos
colaterales que requieren ser atendidos.
La respuesta: regresar
al lápiz y al papel
En consonancia con las preocupaciones
del ministro Forssmed, la ministra de Educación,
Lotta Edholm, hizo un llamado a recuperar las herramientas
tradicionales en el proceso educativo. Según Edholm,
"las mejores condiciones para desarrollar las habilidades
básicas de lectura y escritura se dan en entornos
analógicos y con herramientas analógicas".
En lugar de depender exclusivamente de las pantallas,
aboga por que los estudiantes trabajen con lápiz
y papel, como base fundamental para fortalecer sus capacidades
cognitivas y de aprendizaje.
La ministra también subrayó
la importancia de los libros de texto y las bibliotecas
escolares como recursos irremplazables. En un mundo digitalizado,
estas herramientas, que a menudo pasan desapercibidas,
siguen siendo esenciales para el desarrollo intelectual.
"Es crucial que los alumnos tengan acceso a libros
de texto y bibliotecas escolares dotadas de personal capacitado",
destacó Edholm.
Una ley en proceso: menos
pantallas, más libros
A raíz de estas preocupaciones,
el gobierno sueco está trabajando en una nueva
legislación que restringiría el uso de dispositivos
personales en las aulas hasta los 9º años
de educación (entre los 15 y 16 años). El
objetivo es promover el uso de libros físicos y
reforzar las interacciones cara a cara entre los estudiantes
y los docentes. De acuerdo con el Ministerio de Educación,
las ayudas digitales solo deberían introducirse
en el proceso educativo en edades en las que su uso realmente
estimule y potencie el aprendizaje, en lugar de obstaculizarlo.
Reflexión final:
¿el camino de Suecia será seguido por otros
países?
El giro de Suecia hacia la educación
analógica pone sobre la mesa un debate que, aunque
parece relativamente reciente, tiene raíces profundas.
La sociedad digitalizada ha cambiado las formas en que
aprendemos, pero también ha puesto en evidencia
los efectos secundarios de esta transformación.
En muchos países, la educación digitalizada
ha sido vista como una panacea, una herramienta que igualaría
las oportunidades y mejoraría la calidad educativa.
Sin embargo, Suecia nos recuerda que la tecnología
debe ser un aliado, no un sustituto.
La experiencia sueca podría inspirar
a otros países a replantear sus enfoques educativos,
especialmente aquellos que, como Argentina, han experimentado
un fuerte impulso hacia la digitalización de las
aulas en los últimos años. Mientras algunos
se aferran a la tecnología como la clave para el
futuro, otros abogan por un regreso a lo más esencial:
el contacto humano, la experiencia directa y la capacidad
de desconectar para realmente aprender. La verdadera pregunta
es si este regreso al pasado educativo será visto
como una regresión o una evolución hacia
un modelo más equilibrado y saludable.
|