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El 1 de octubre de 2025, la ciencia y
la conservación perdieron a una de sus voces más
influyentes. Jane Goodall murió a los 91 años,
dejando tras de sí un legado que trasciende la
primatología: una nueva manera de comprender el
vínculo entre seres humanos y naturaleza.
La joven inglesa que a los 26 años
se internó en las selvas de Tanzania sin título
universitario, pero con una curiosidad indomable, desafió
los dogmas científicos de su tiempo y transformó
para siempre nuestra percepción de los chimpancés.
La ciencia con rostro
y nombre
En 1960, apenas instalada en el Parque
Nacional Gombe Stream, Goodall observó a un chimpancé
-David Greybeard- fabricar una herramienta para extraer
termitas. Aquel gesto, tan simple como revelador, echó
abajo la definición antropológica de que
solo el ser humano creaba y usaba instrumentos. "Ahora
debemos redefinir herramienta, redefinir al hombre o aceptar
a los chimpancés como humanos", escribió
su mentor Louis Leakey.
Con el tiempo, la británica registró
un repertorio de comportamientos que desdibujaron las
fronteras entre especies: uso de objetos diversos como
herramientas, cacerías coordinadas, jerarquías
sociales complejas, vínculos afectivos, rituales
de duelo y hasta episodios de guerra organizada. En Gombe
vio lo mejor y lo peor de la naturaleza: desde abrazos
y juegos infantiles hasta infanticidios y canibalismo.
Nombrar a los chimpancés -Fifi,
Flo, Passion, Flint- fue más que un gesto: significó
reconocerlos como individuos con personalidades únicas.
Con ello abrió paso a una nueva mirada científica,
capaz de aceptar emociones, empatía y violencia
como parte de una herencia evolutiva compartida.
Más allá
de la selva
Goodall trascendió el rol de observadora
para convertirse en activista. Fundó el Jane Goodall
Institute, impulsó el programa Roots & Shoots
y dedicó sus últimas décadas a sembrar
esperanza en jóvenes, convencida de que el futuro
del planeta depende de la educación ambiental y
de un cambio en nuestra relación con la vida silvestre.
En sus palabras: "Cada uno de nosotros
marca la diferencia, cada día. La pregunta es:
¿qué clase de diferencia queremos hacer?".
Escobar en su recorrido: Jane Goodall
en Temaikèn
En agosto de 2024, durante su gira por
Latinoamérica y en el marco de sus 90 años,
Jane Goodall visitó la Argentina. Su paso incluyó
Iguazú y, especialmente, el Bioparque Temaikèn
en Escobar, donde participó del ciclo "Esperanza
en Acción" ante más de 700 jóvenes
y educadores.
Allí compartió recuerdos
de su infancia, aprendizajes en la selva y un mensaje
central: la esperanza no es pasiva, se construye con acciones.
La jornada culminó con un acto simbólico
cargado de emoción: junto a un grupo de niños
liberó aves autóctonas rescatadas del tráfico
ilegal.
Su visita dejó una huella imborrable
en la comunidad local y reforzó el compromiso de
instituciones como Temaikèn con la conservación
y la educación ambiental.
Una herencia ética
y filosófica
Jane Goodall cambió la ciencia,
pero sobre todo cambió nuestra manera de mirarnos
en el espejo de la naturaleza. Mostró que los chimpancés
-tan parecidos a nosotros en gestos, miedos y afectos-
no son "otros" distantes, sino parte de la misma
trama de vida.
Su muerte cierra un capítulo, pero
abre una pregunta inevitable: ¿qué hacemos
con el legado que nos deja? La respuesta dependerá
de si somos capaces de transformar la esperanza en acción,
como ella lo hizo hasta el final de su vida.
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