En 1899 nacía en Budapest, Hungría,
Ladislao José Biro -su verdadero nombre: László
József Bíró-. Fue periodista, inventor
y un curioso insaciable que dejó registrados 32
inventos. Entre ellos, el más universal: el bolígrafo,
que transformó para siempre la escritura y lo llevó
a la fama internacional.
Ya en la Argentina, y hasta sus últimos
días, Biro fue asesor de Sylvapen, la fábrica
de bolígrafos ubicada en Garín, a pocos
kilómetros de Escobar. Venía cada semana,
discretamente, como quien cumple con su rutina sin dimensionar
que estaba regalando su presencia un hombre que había
cambiado el curso de la historia de la escritura.
En su libro La revolución de la
bolilla -un texto que circuló poco y que hoy casi
no tiene registros- contó anécdotas y reflexiones
de un hombre que supo estar a la altura de los grandes
inventores del mundo. Historias que se entrelazan con
la memoria viva de quienes lo conocieron.
En Argentina, desde 1990, se celebra el día del
inventor. La fecha fue elegida en homenaje al día
de nacimiento de Biro, quien patentó la creación
del bolígrafo. Un elemento que se conoció
popularmente como "birome", el nombre de la
marca que surgió de la combinación entre
su apellido y el de su socio (Meyne) en aquel emprendimiento.
El Día del Inventor, que se conmemora
en su honor, no celebra solo un ingenio mecánico
ni la fortuna de una patente. Celebra la chispa creativa,
la voluntad de transformar lo cotidiano en extraordinario.
Y nos recuerda que, a veces, la grandeza no está
en laboratorios lejanos, sino en alguien que pasaba por
Garín cada semana y que, sin saberlo, nos enseñaba
que la verdadera revolución cabe en una simple
bolilla.
|