En la Plaza de los Combatientes de Belén
de Escobar, una vez más se rindió homenaje
a los veteranos de Malvinas. Fue un acto sobrio, cargado
de emoción genuina, donde el intendente Ariel Sujarchuk
entregó a cuatro excombatientes escobarenses los
vouchers que les permitirán regresar a las islas
que defendieron con sus vidas. El programa municipal "No
Las Hemos de Olvidar" ya permitió que 16 veteranos
locales hicieran ese viaje de retorno, que no es turístico
ni ceremonial: es una peregrinación íntima,
un reencuentro con una parte de sí mismos que quedó
allá, entre el viento y el silencio.
El homenaje recordó también
a los cuatro escobarenses caídos en combate: Jorge
Inchauspe, Rodolfo de la Colina, Orlando Dechiara y Jorge
Sosa. Nombres que no deben leerse de corrido, sino detenerse
en cada uno con respeto y gratitud. En sus historias está
el verdadero significado de la palabra entrega.
Pero entre todos los nombres presentes,
uno sobresale con un aura particular: José Raúl
Ibáñez. Ex combatiente, veterano, vecino.
Hombre de pocas palabras y muchos actos. Fue él
quien, en plena guerra, enfrentó a un avión
Harrier británico con una simple ametralladora.
No había cálculo de probabilidades, ni tecnología
de precisión. Solo coraje. Solo fuego. Solo patria.
Ibáñez bajó ese avión enemigo,
y con ese acto escribió su propia página
en la historia grande, sin pedir aplausos ni medallas.
Hoy, casi en silencio, se prepara para volver a ese territorio
donde enfrentó la muerte con dignidad y firmeza.
Escobar también despidió
a Juan Carlos "Tano" Monti, histórico
referente de los veteranos locales, que deja su lugar
al frente de la agrupación luego de 25 años.
No deja la causa, claro. Los que defienden la soberanía
no conocen el retiro. Solo cambian de trinchera.
Hubo palabras, himnos, lágrimas
contenidas y un aplauso largo. Estaban los veteranos,
sus familias, los chicos de los colegios, los vecinos.
Todos unidos por una causa que no es del pasado, sino
del presente. Porque malvinizar no es repetir consignas,
sino sembrar conciencia, dignidad y memoria activa en
cada generación.
Y así, con pasos firmes y mochilas
invisibles, los hombres que un día fueron soldados
volverán a pisar las Islas. No para pelear. Esta
vez, para cerrar una herida y dejar una flor.
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