El Móvil Violeta, un patrullero
especializado que ya realizó 36 intervenciones en
situaciones de violencia de género o crisis personales
que requieren atención urgente. Esta unidad forma
parte de la Policía Municipal y representa un avance
en la implementación de políticas públicas
con enfoque de derechos humanos y perspectiva de género.
El Móvil Violeta no es un patrullero
común. Está integrado por un equipo interdisciplinario
de once profesionales, entre los que se encuentran psicólogos
y psicólogas, una enfermera con formación
en primeros auxilios emocionales, un especialista en seguridad
ciudadana y operadores entrenados en asistencia a víctimas.
Cada intervención es más que un operativo:
es un acto de acompañamiento humano en momentos
de alta vulnerabilidad.
La unidad actúa cuando la Secretaría
de Seguridad recibe una alerta a través del Centro
de Monitoreo, el sistema Ojos y Oídos en Alerta
o la línea 911. A partir de ese aviso, el equipo
se moviliza para brindar asistencia en el lugar del hecho,
conteniendo a la persona afectada hasta que pueda ser
integrada al sistema de salud o reencontrarse con alguien
de su entorno de confianza.
Más allá de su despliegue
operativo, lo que distingue a esta iniciativa es su enfoque
integral. No se trata solo de presencia policial, sino
de atención sensible, profesional y protocolizada
ante una problemática que requiere mucho más
que fuerza: requiere escucha activa, empatía y
decisión institucional.
La implementación del Móvil
Violeta en Escobar no es un hecho aislado. Se inscribe
en una tendencia global que busca que las fuerzas de seguridad
locales evolucionen hacia un modelo más cercano,
preventivo y humano. Diversas experiencias internacionales,
como las unidades de atención inmediata en España
o los equipos de respuesta comunitaria en Canadá,
muestran que el abordaje interdisciplinario y especializado
mejora la eficacia y reduce la revictimización.
En ese sentido, el dispositivo local representa
una adaptación inteligente a nuestra realidad,
y un ejemplo concreto de cómo una política
pública puede incorporar sensibilidad sin perder
eficacia. Porque proteger también es cuidar, y
cuidar implica entender que la violencia de género
no es solo un problema privado, sino un desafío
colectivo que interpela al conjunto de la sociedad.
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