En un país atrapado en una crisis
perpetua, la resistencia del pueblo venezolano se enfrenta
a un régimen sostenido por alianzas internacionales
oscuras. Con un entramado de intereses ilícitos
y aliados poderosos, el gobierno de Nicolás Maduro
se aferra al poder, desafiando los principios democráticos.
La lucha por la democracia en Venezuela
no solo determina el destino del país, sino también
el equilibrio político global, haciendo un llamado
a la acción unida de los demócratas del
mundo.
Para el poder venezolano, aceptar una
derrota tiene un alto costo, y no se trata solo de entregar
el control político a la oposición, sino
también los negocios, tanto lícitos como
ilícitos, con socios que no están acostumbrados
a un marco de legalidad.
En respuesta a las declaraciones de Lula,
Diosdado Cabello, número dos del régimen,
lanzó una advertencia al mundo: "No estamos
dispuestos a capitular bajo ninguna circunstancia".
Sin necesidad de fingir más ni mantener una farsa
interna y externa, el poder venezolano se refugia más
que nunca en los oscuros intereses de sus aliados.
Amigos son los amigos
En los últimos años, el
régimen ha sido sostenido de diversas maneras por
recursos provenientes del lado más siniestro de
la humanidad. Entre ellos se encuentran el crimen organizado,
las guerrillas, el Tren de Aragua y las alianzas con Cuba,
Rusia, China, Irán y Turquía. Además,
está la misteriosa y terrible "Oficina 39",
la organización clandestina que mantiene a flote
el régimen de Kim Jong-un en Corea del Norte.
Estos países y sus brazos armados
no dejarán tan fácilmente a Maduro en Venezuela,
ni siquiera por millones de votos o un baño de
sangre. Cada socio ha hecho su aporte para apuntalar al
régimen durante todo este tiempo y, por supuesto,
se lleva su correspondiente tajada. Solo vemos los tentáculos
del temible Kraken, pero su cabeza está fuera de
la zona en conflicto.
En América Latina, los negocios
se disimulan con una pátina de ideología
para darles un marco más digerible a la militancia.
Entre los gobiernos que más destacan están
el de Evo Morales en Bolivia, los de Néstor y Cristina
Kirchner en Argentina, el de Lula da Silva y Dilma Rousseff
en Brasil, y el de Rafael Correa en Ecuador. Cada uno
de ellos tiene motivaciones particulares, pero comparten
la necesidad de no dejar el poder.
El riesgo de ser Venezuela no es un dilema
entre la izquierda o la derecha, sino un asunto existencial.
Encontrar la salida será una tarea titánica
que consumirá décadas y vidas. Esta batalla
será larga, compleja y con una dinámica
distinta a lo acostumbrado, porque ahora el mundo está
más cerca y los objetivos son, en muchos casos,
de largo plazo. El dueño del castillo ve cómo
sus enemigos se desgastan con el asedio mientras él
solo se limita a vigilar el perímetro y administrar
la defensa.
La esperanza en la unidad
democrática
La esperanza reside en la unidad de los
demócratas del mundo, quienes deben alzar la voz
y actuar con decisión. Venezuela es un baluarte
crucial para la democracia mundial. Si permitimos que
caiga en manos del totalitarismo, las repercusiones serán
profundas y duraderas, no solo para los venezolanos, sino
para el equilibrio político global. Es el momento
de demostrar que la democracia es más fuerte que
cualquier tiranía y que la justicia prevalecerá
sobre la opresión.
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