Con la presencia de 22 de los 24 concejales,
el Honorable Concejo Deliberante de Escobar llevó
adelante su tercera sesión ordinaria del período
2025. Como es habitual, se aprobaron numerosos expedientes
-veinte en total- que recorrieron temas diversos, desde
celebraciones locales hasta designaciones institucionales.
Pero entre las ordenanzas aprobadas, una logró sobresalir
y generar un debate que, sin estridencias, dejó a
la vista dos miradas distintas sobre la memoria, la educación
y los símbolos.
Tradición, salud
y movimiento de bancas
Entre los puntos salientes, se oficializó la creación
de la fiesta tradicionalista gaucha "Sangre criolla
del Partido de Escobar", que se celebrará
cada tercer fin de semana de marzo, y se declaró
de interés el 40° aniversario de Ing. Maschwitz
como ciudad.
También se aprobó ponerle el nombre de Carlos
Jorge Guevara a la Unidad de Diagnóstico Precoz
(UDP) de Belén, que se encuentra pronta a su inauguración.
Este nuevo centro de salud contará con 20 camas,
consultorios, quirófano y guardia permanente, y
estará ubicado en Cervantes al 600. Las obras complementarias
en calles y accesos refuerzan su importancia como nodo
sanitario.
En el plano político, se registraron movimientos
en el bloque de La Libertad Avanza Escobar: ante la licencia
de Mariana Huber, asumió Daniel Girotti, y Sandra
De Boeuf quedó como presidenta de bancada.
El expediente que dividió
pero no rompió
El tema más sensible de la jornada fue el expediente
18373/25, que propone nombrar a una escuela primaria municipal
de Maq. Savio con el nombre de Emilio Alberto Arévalo.
La propuesta fue aprobada por mayoría, tras un
debate extenso y -vale destacarlo- respetuoso.
Arévalo nació en Santiago
del Estero en 1947 y fue secuestrado-desaparecido en marzo
de 1976. Obrero albañil, militante peronista, había
formado parte de una unidad básica en Maq. Savio.
También fueron víctimas su padre y su hermano.
Una historia familiar marcada por la tragedia, por la
violencia política y por el olvido al que a veces
los pueblos condenan a sus muertos.
La oposición acompañó el repudio
a la desaparición forzada pero expresó reparos
sobre la conveniencia de nombrar una institución
educativa con el nombre de un militante político,
proponiendo que esos espacios lleven nombres de educadores
locales. La concejal De Boeuf incluso puntualizó
que Arévalo desapareció antes del golpe
militar, como si eso deslegitimara el homenaje.
La mejor intervención vino de la concejal Patricia
Froy, quien, sin leer, habló desde el recuerdo
de un nombre anterior: Amancay, o Flor de Amancay, símbolo
del amor incondicional. Su intervención, sencilla
y sincera, aportó un matiz emocional que el recinto
necesitaba.
¿Qué dice
una escuela cuando lleva un nombre?
Es entendible que cause incomodidad bautizar una escuela
con el nombre de un militante político. Pero es
justamente ahí donde reside el valor simbólico
de este gesto: en recordar que quienes militaron, trabajaron,
soñaron con un país más justo y terminaron
desaparecidos por eso, también eran parte del pueblo,
también construían futuro.
Una escuela es más que ladrillos;
es una narrativa. Y toda narrativa, lo sepamos o no, educa.
Ponerle nombre a una institución no es un acto
neutro, pero puede ser un acto reparador. No para reabrir
heridas, sino para sanarlas desde la verdad.
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