El reciente intento de organizar un tiroteo
escolar en Ing. Maschwitz nos arroja a una dimensión
oscura y desconcertante: ¿por qué los adolescentes
pierden la noción de realidad al punto de concebir
una masacre como si fuera un videojuego, sin recordar
que en la vida real no hay botón de "New Game"?
De Carmen de Patagones
a Escobar
A 20 años de la tragedia en Carmen de Patagones,
cuando un adolescente disparó en su escuela causando
tres muertes, la historia parece repetirse, aunque esta
vez sin disparos... al menos, por ahora. En la Escuela
Media Nº4 de Ing. Maschwitz, -partido de Escobar-
cuatro estudiantes de entre 14 y 16 años planificaban
un ataque armado. No lo hicieron. Pero lo pensaron, lo
escribieron, lo compartieron.
Y eso, por sí solo, ya debería alarmarnos.
Fue una conversación telefónica entre la
presunta ideóloga del plan y un compañero
-que intentaba persuadirla de desistir- la que terminó
siendo una pieza clave para desbaratar el proyecto. La
charla, lejos de ser un desvarío pasajero, tenía
fecha -13 de julio, cumpleaños de la menor- , logística,
división de tareas y hasta una promesa final: "Después
de matar a los demás, hacemos un recorrido por
la escuela para ver si quedó alguien con vida".
Los chats del grupo llamado "Tiroteo escolar"
son escalofriantes. "Persona que ven, persona a la
que le disparan", instruía la líder.
Se hablaba de armas, de ráfagas de Uzi, de obligar
a una víctima a abrir la boca para dispararle.
La crudeza no se disfraza, ni siquiera en el cinismo:
"Si se arrepienten, también les disparo".
El miedo como rutina
La reacción fue inmediata. Los padres denunciaron,
la escuela se blindó con custodia policial, y la
Justicia actuó. El fiscal Fernando Reina, del Fuero
Penal Juvenil N°2 de Zárate-Campana, ordenó
la restricción perimetral de los acusados, se allanaron
sus domicilios y se incautaron teléfonos. No se
encontraron armas, pero sí miedo: en la comunidad
educativa, en los pasillos, en los padres que decidieron
no mandar más a sus hijos al colegio, al menos
por ahora.
La adolescente sindicada como principal instigadora estaba
siendo atendida por salud mental desde antes. Para las
autoridades, no se trató de una "grupalidad",
sino de una "idea individual" -aunque tres compañeros
aceptaran sumarse- . La línea es delgada, y la
responsabilidad, compleja.
Una escuela, muchas preguntas
¿Qué lleva a una adolescente a planear una
masacre con tal convicción? ¿Qué
ausencia, qué dolor, qué modelo, qué
mensaje? ¿Y qué pasa con los demás
chicos que la escucharon y dudaron, pero no lo denunciaron
hasta que los padres vieron los chats?
Hay quienes reducen este tipo de hechos a patologías
personales o fallas individuales. Otros miran hacia los
videojuegos violentos, las redes sociales, el bullying,
la ausencia de límites o de afecto. La verdad -como
casi siempre- no es una sola. Pero lo cierto es que cuando
una adolescente elige su cumpleaños como fecha
simbólica para matar y morir, algo está
muy roto.
Vivir no es un shooter
En la pantalla, el "Game Over" no duele. En
la vida real, sí. Y no hay reset que valga. Lo
que pasó en Maschwitz es una advertencia. Una advertencia
que el malestar adolescente -ese que a veces desestimamos
como etapa- puede convertirse en catástrofe si
no lo vemos venir. Una advertencia que la escuela no es
solo un lugar de enseñanza, sino también
de escucha. Y que, por más que cueste, es ahí
donde deben empezar las respuestas.
Porque si no hay una mirada adulta, empática
y activa que detecte esas señales, otros cumpleaños
pueden convertirse en funerales.
Sobre la firma:
@Jorgecarusso
Periodista - Matr 14.856 - Ley 12.908
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Interés Municipal (462/99) - Legislativo (1728/19)
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