Hace exactamente 80 años, en un
verano de 1945, mientras el eco de los últimos
cañonazos de la Segunda Guerra Mundial aún
resonaba, los "Tres Grandes" (Truman, Churchill
y Stalin) se dieron cita en Potsdam, Alemania.
Lo que comenzó como una continuación de
Yalta para sellar el destino de la Alemania vencida y
reorganizar Europa, pronto se convirtió en el tablero
donde se dibujaron las líneas de un nuevo conflicto,
la Guerra Fría. Entre cigarros, mapas y apretones
de manos, se gestaba un futuro bipolar que, irónicamente,
prometía paz a través de la amenaza mutua.
Y así, en el palacio Cecilienhof,
mientras se decidía el destino de millones y se
sentaban las bases de la desmilitarización y desnazificación,
el espíritu de cooperación se mezclaba con
las semillas de la desconfianza.
Una pizca de ironía: ¿quién diría
que de una reunión para acabar con una guerra surgirían
las tensiones que definirían las próximas
décadas? La historia, siempre con su peculiar sentido
del humor, nos recuerda que a veces, los acuerdos más
ambiciosos son solo el preludio de nuevas y complejas
danzas de poder.
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