En la primera Sesión Extraordinaria
del HCD de Escobar, realizada el pasado 9, los ediles
aprobaron diez expedientes. Entre ellos, destacó
uno en particular. No porque cambie nuestras vidas, porque
todo seguirá igual, y ahí radica el problema:
nada cambia, pese a la resistencia y las advertencias
de la ciudadanía. Los políticos siguen avanzando,
ignorando la desconexión que los separa de la gente.
Con una imagen negativa que supera
el 60 %, los dirigentes se aferran a sus sillones con
uñas y dientes, dispuestos a luchar para no perder
privilegios que consideran "ganados con honores".
El concejal Javier Rehl defendió el proyecto, en
su intento por enaltecer la figura del "legendario"
Dr. Jorge Landau, no sin admitir que, en vida, sus diferencias
políticas con el hombre eran notorias. Y no es
para menos: el llamado "dueño de la lapicera"
dejó un tendal de damnificados en cada armado de
listas, cimentando un estilo que supo mezclar habilidad
política con un evidente desprecio por las voces
discordantes.
Si bien reconozco que Landau solía operar muy por
encima de la mediocridad reinante, su inteligencia y astucia
política (y esta afirmación no es un elogio)
no lo absuelven de las tropelías cometidas por
el sistema del que fue parte. Un sistema que continúa
actuando contra el ciudadano de a pie. Estas críticas,
además, no provienen únicamente de opositores.
En su momento, el entonces joven Pablo Ramos - por ese
tiempo jefe del Anses y lider de La Campora - desafió
su autoridad, invitándolo a dar un paso al costado.
Landau, como tantos otros líderes de su tiempo,
mantuvo férreamente controlado el semillero político,
evitando que germinara cualquier brote que amenazara el
statu quo.
Su legado, marcado por decisiones tan controvertidas como
llevar a Luis Patti al Congreso (y luego votar su expulsión),
o sus declaraciones disruptivas sobre los ricos, es parte
de un pasado que parece no querer soltarnos.
El verdadero problema no radica en el nombre, sino en
el mensaje que se envía. Cambiar el nombre de una
plaza que homenajeaba a una docente, para honrar a un
político millonario, en medio de una crisis social,
es un despropósito. En épocas de reclamos
por más empatía y justicia, la clase dirigente
sigue aferrándose a un simbolismo que profundiza
las grietas.
Desde la destitución del intendente Burgueño
hasta las interminables traiciones documentadas durante
décadas, los dirigentes locales han acumulado una
deuda de respuestas con la sociedad. Mientras tanto, siguen
transitando un camino que solo profundiza la distancia
entre ellos y quienes representan.
¿Era necesario reemplazar a una docente con un
político? Un homenaje a figuras como Rubén
Alberoni o Mipo Leone, en una plaza sin nombre, habría
bastado para demostrar cercanía y reconocimiento
a las raíces. Pero no. Eligieron marcar la diferencia,
no reducir la distancia.
Sepan que el mensaje llegó,
y el silencio que lo envuelve retumba. La distancia no
se acorta con monumentos, sino con actos. Y mientras se
sigan levantando símbolos del poder por encima
de los valores, no habrá plaza que alcance para
redimirlos.
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