La instalación de un nuevo centro
comercial en la localidad desata una controversia en la
comunidad. Entre el potencial económico y los temores
sobre el impacto social de un bingo, el debate refleja
las tensiones sobre la transparencia y la relación
entre los políticos y los ciudadanos.
¿Está el
desarrollo al servicio de la comunidad o esconde intereses
más oscuros?
La aprobación de un nuevo centro
comercial en Ingeniero Maschwitz, que incluirá
locales comerciales, un hotel y una sala de juegos, ha
encendido un debate polarizado en la comunidad. Por un
lado, están quienes rechazan categóricamente
el proyecto debido a la posible instalación de
un bingo, algo que consideran contraproducente en un contexto
de campañas crecientes contra la ludopatía.
Por otro, están los interesados en el desarrollo
económico que el emprendimiento podría traer
al partido de Escobar, defendiendo la necesidad de generar
empleo y revitalizar la zona.
Ambas posturas tienen puntos válidos,
pero también comparten silencios significativos.
Mientras los detractores señalan con razón
el impacto social de una sala de juegos, omiten mencionar
que hoy en día las agencias de lotería proliferan
en cada esquina de nuestros barrios. Del mismo modo, los
promotores del proyecto destacan los beneficios económicos,
pero pocas veces profundizan en los mecanismos de control
y transparencia necesarios para que esos beneficios lleguen
efectivamente a la comunidad.
Recuerdos del Futuro
En este escenario, es inevitable recordar proyectos anteriores
que también generaron tensión en la opinión
pública, como el controvertido Puerto Gasificador.
En su momento, se pintó como una amenaza latente
para toda vida a su alrededor, con predicciones catastróficas
que movilizaron a ambientalistas y vecinos. Sin embargo,
con el paso del tiempo, el puerto no explotó ni
generó el desastre anunciado. La verdadera tensión
no estaba en su estructura, sino en las decisiones que
lo rodearon, en las fuerzas que lo impulsaron hacia adelante
y en las que se opusieron a él.
La historia reciente nos ha dejado ejemplos
alarmantes de cómo proyectos prometedores terminan
siendo oportunidades para enriquecimientos ilícitos
o incumplimientos legales. Desde obras públicas
con presupuestos inflados hasta permisos otorgados sin
los debidos controles, la corrupción ha demostrado
ser el talón de Aquiles de nuestra estructura política
y económica.
En este contexto, es imperativo que tanto
los opositores al proyecto como sus defensores miren más
allá de sus propios intereses. El debate no debería
centrarse exclusivamente en los peligros de la ludopatía
o en las promesas de desarrollo, sino en exigir transparencia,
controles efectivos y una participación ciudadana
real en cada etapa del emprendimiento. Audiencias públicas
que sean algo más que un formalismo, informes de
impacto ambiental accesibles y auditables, y compromisos
concretos con la comunidad deberían ser condiciones
innegociables.
Ecos del recinto
Esta reflexión invita a considerar
si el caso del centro comercial y el bingo en Ingeniero
Maschwitz no es una versión renovada de esa vieja
historia. ¿Hasta qué
punto las preocupaciones actuales están fundamentadas
en riesgos concretos, y cuánto se debe a las sombras
que a veces acompañan a estos grandes emprendimientos?
¿Es realmente el desarrollo lo que incomoda, o
hay algo más profundo y menos visible?
En un clima de tensión, los concejales
se prestaban a tratar el temido expediente. Algunos vecinos
lograron entrar al recinto. Otros, en la escalinata de
la entrada, golpeaban con violencia la puerta de vidrio.
No obstante, no fue más que eso.
Las interrupciones constantes de los presentes
obligaban a la presidenta a poner orden -todo con mucho
tacto - y a los ediles a ser más cuidadosos en
sus alocuciones. Bueno... no lo habrían logrado.
A los pocos minutos de comenzada la sesión, la
edil Hernández se dirigió a la presidencia
y dijo: "No me siento cómoda con el tratamiento
de este tema. No haciendo peligrar el quórum me
retiro". Se paró y se fue. Otras tres ediles
directamente no asistieron.
Quizás lo importante, más
allá de las posturas ideológicas, es pelear
las ideas con honestidad intelectual. Pero, bueno, muchos
llegaron a esas bancas por caminos muy dispares. Esa es
otra discusión.
Alguien desde una banca sostiene: "Otros
distritos pujantes como Pilar y Tigre tienen casinos y
bingos", como si la pujanza viniera de la mano del
juego. Por otra parte, y cerrando el ciclo de declaraciones,
la edil Griselda Romariz de Aristi comparte una intimidad:
"Mis padres se conocieron en un bingo". Claro
que depende de cómo salió el matrimonio
para saber cómo uno toma la asociación.
Recuerdo que mi abuela contaba que su hermana rescató
a un soldado alemán de entre los restos de un avión
estrellado. Lo curó y luego vinieron a América
y formaron una hermosa familia. "Si no fuera por
la guerra", repetía siempre, muy agradecida.
A esa guerra que terminó con la vida de más
de 70 millones de personas.
El verdadero desarrollo no puede basarse
en cimientos de opacidad y lucro desenfrenado. Si queremos
avanzar como sociedad, es hora de dejar de lado las posiciones
dicotómicas y enfocarnos en lo que realmente importa:
construir un modelo de desarrollo transparente, equitativo
y responsable que no deje espacio para las sombras del
enriquecimiento personal y el abuso de poder. Porque al
final, no se trata solo de un proyecto comercial o de
una sala de juegos; se trata de decidir qué tipo
de sociedad queremos ser.
Última jugada
Los insultos de los vecinos, lejos de estar relacionados
con el bingo, responden a un malestar más profundo:
el distanciamiento de la clase dirigente. Sin embargo,
los reclamos no son solo por el presente, sino por un
ayer aún pendiente de respuestas.
En el ahora, la ciudadanía
revive las injusticias del pasado, exigiendo a los concejales
que demuestren con hechos que las cosas serán diferentes.
De lo contrario, el karma seguirá su curso.
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