La
alta dependencia económica de los países centroamericanos
respecto de Estados Unidos por comercio, inversión
y remesas siempre hace que una nueva administración
sea relevante. En esta ocasión se tiene la esperanza
de más cooperación y de más negocios.
Las
relaciones comerciales marcan, con preeminencia, la vinculación
de Centroamérica con Estados Unidos. La política
migratoria, la inversión extranjera y las acciones
de colaboración y diplomacia ocupan un espacio
importante pero el comercio define el tono de la agenda
desde las pequeñas naciones del centro del continente.
Si
la actividad comercial global sigue cauces más
pacíficos en la era Biden, bajo un requerimiento
global de recuperación económica, Centroamérica
gana con la llegada del demócrata a la Casa Blanca.
Con
exportaciones por el orden de los USD 32.000 millones,
un 48?% se dirigen a Estados Unidos en el marco del tratado
de libre comercio entre la región y dicho país.
Las importaciones del istmo también provienen mayoritariamente
de allí, un 41?% del total. Los datos corresponden
al 2018 y son parte de las estadísticas del Sistema
de Integración Centroamericano.
Un
elemento adicional beneficioso para las relaciones comerciales
de la región se daría con el restablecimiento
de la institucionalidad multilateral que rige al comercio
global, desmantelada o suspendida durante la administración
de Donald Trump. Un socio comercial que respeta las reglas
acordadas siempre es importante.
La
mayor fiabilidad también es relevante en una región
que también depende de fondos y recursos que favorezcan
la situación social de sus poblaciones.
Se
anticipa que habrá relaciones más fluidas
con el gobierno de Joe Biden, lo cual incluiría
una carga menos pesada en el tono y las acciones para
el control del tráfico de drogas desde el sur,
dada la utilización de la región como puente
y tránsito, así como mayor cooperación
en los asuntos migratorios.
Del
mismo modo que el comercio es el tema de alto interés
desde Centroamérica a Estados Unidos, la migración
lo es para Estados Unidos respecto al istmo. Todo indica
que, ante la coyuntura actual, los flujos migratorios
desde Honduras, El Salvador y Guatemala, principalmente,
no mermarán.
Alrededor
de 3,5 millones de centroamericanos, salvadoreños,
guatemaltecos, hondureños y nicaragüenses
(en su orden por relevancia numérica) viven en
Estados Unidos. Existe en algunas de esas economías
una alta dependencia de las remesas enviadas por estos
migrantes a sus familiares. Solo en el caso de El Salvador,
el 83?% de sus ciudadanos en Estados Unidos enviaron en
2018 la suma de USD 5.500 millones. Cuando esta cifra
se compara con los USD 900 millones percibidos en inversión
extranjera directa (IED), queda clara su importancia económica,
más allá del tema social.
Cooperación
e IED
Un
antecedente positivo en materia de cooperación
se encuentra en el hecho de que en el segundo mandato
de Barack Obama, Biden, como vicepresidente, estuvo a
cargo del programa de ayuda a Centroamérica.
De
hecho, Biden ya anunció un plan de donaciones de
USD 4.000 millones para atender las causas que generan
la migración, principalmente para Guatemala, El
Salvador y Honduras, así como apoyo para fortalecer
el Estado de derecho, mejorar la seguridad ciudadana,
combatir la pobreza y la corrupción.
Más
allá de eso, las relaciones diplomáticas
y la coincidencia política con Estados Unidos entre
la mayor parte de los países centroamericanos -con
excepción de Nicaragua- mantendrán su curso,
que no se vio afectado durante la administración
de Trump.
Un
clima más calmo y una economía que se reactiva
en Estados Unidos también debería aplacar
el deterioro en los flujos de inversión extranjera
directa en el entorno de recesión global.
De
los casi USD 11.000 millones que el Sistema de Integración
Centroamericano reporta por inversiones para Guatemala,
El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá en 2018,
más de la mitad en el caso de los dos países
más fuertes (Costa Rica y Panamá) provienen
de Estados Unidos. Si la economía norteamericana
se fortalece, se podría esperar una recuperación
de los ingresos por inversión y reinversión
al istmo. Lo mismo podría ocurrir con el turismo,
pues todos los países tienen en los norteamericanos
sus principales visitantes.
Antes
de la pandemia, Centroamérica -salvo el caso de
Panamá- registró menores entradas netas
de capital de IED en razón de la repatriación
de utilidades que hicieron las empresas transnacionales
aprovechando la reforma fiscal impulsada por Trump, entre
otras razones.
Para
una región acostumbrada a vivir bajo la sombra
de Estados Unidos, en razón de su alta dependencia,
un nuevo gobierno no debería representar un cambio
importante en sus acciones o expectativas. Esta vez lo
es más, en razón de que es Trump quien deja
la presidencia. Si el próximo gobierno de Joe Biden
genera un diálogo con las pequeñas naciones
centroamericanas, esa mirada y la ayuda adicional resultará
de muy alto valor pues, así como en el resto de
América Latina, las secuelas de la pandemia estarán
presentes por muchos años.
|