Una escena fundante: el
ariete y la plaza
El peronismo supo usar-y también
desactivar-su propia izquierda. La postal es conocida:
Plaza de Mayo, 1º de mayo de 1974; Perón llama
"imberbes" a quienes hasta ayer eran músculo
de movilización, y el ariete sale de la plaza entre
silbidos y acusaciones cruzadas. De ese gesto queda una
matriz: el movimiento que todo lo contiene también
sabe expulsar lo que amenaza su centro. Desde entonces,
buena parte de la izquierda que no encaja en la maquinaria
peronista milita en los bordes: sin Estado, sin cajas,
con palabras filosas.
Voces que no gobiernan
(y por eso pueden decir)
En Matheu, durante una charla con estudiantes
secundarios de la Asociación Cristiana YMCA, el
FIT jugó ese rol con naturalidad. José Esquivel
entró al hueso:
"Ni Sujarchuk ha dado soluciones a los problemas
estructurales de los escobarenses ni Gianfrancesco representa
una alternativa porque él es parte de la casta
local".
La escena sirve para lo que la izquierda hace mejor: enumerar
lo indecible en campaña. Esquivel habló
de triplicar presupuestos de salud y educación;
de trabajo genuino; de barrios que "viven peor que
hace 100 años", con tres cuartas partes de
la población sin agua, gas ni cloacas-según
sus datos-y de un Concejo Deliberante que, sostiene, alivia
a grandes desarrolladores mientras aumenta tasas a los
vecinos. Propone gravámenes ordinarios y extraordinarios
a los megaemprendimientos para financiar urbanización
y viviendas. Es ariete puro: no promete equilibrios; promete
golpes.
Nieves Murphy empalma en el mismo registro:
el voto al FITU "no será traicionado"
porque los escaños previos "sirvieron para
instalar las inquietudes del pueblo trabajador".
Prioriza estabilidad laboral y derechos estatutarios para
municipales, docentes y personal de salud; y revocar exenciones
a inmobiliarias e industrias para urbanizar y construir
viviendas con y para los trabajadores. En Escobar, dice,
la "anticasta" posa de tal, pero vota con el
oficialismo.
Desde el plano nacional, Néstor
Pitrola sube el voltaje: sin el peronismo, no habría
DNU 70 ni Ley Bases; la CGT colaboró por acción
u omisión; y la melodía "nacional y
popular" termina acompañando reformas laboral
y previsional exigidas por el FMI. El programa local se
vuelve espejo: obras, educación, salud, viviendas,
apertura de cuentas municipales al control popular y fin
de excepciones edilicias como mecanismo de negociación.
Tres ordenanzas como método
(no como eslogan)
La izquierda suena testimonial hasta que
baja a tierra. Esquivel enumera sus primeros tres proyectos:
Pase a planta permanente de todo el personal municipal
precarizado.
Plan de viviendas y urbanización de barrios, financiado
con gravámenes extraordinarios a grandes emprendimientos.
Centralización de salud y educación locales,
con triplicación del presupuesto de salud mental.
Podrán discutirse viabilidad y números,
pero hay una coherencia: si el poder recortó a
tijeretazos y motosierra, el ariete contesta con martillo
y cemento.
La piedra que nombra
En esta Argentina de polarización
sistémica, la metáfora se volvió
literal: el 27 de agosto de 2025, una caravana presidencial
en Lomas de Zamora fue atacada a piedrazos y debió
ser evacuada. Milei salió ileso; el oficialismo
culpó al kirchnerismo; la oposición habló
de fallas de seguridad y provocación. Lo cierto
es que la piedra volvió a escena, y cada quien
la leyó a su antojo: agresión, síntoma,
montaje, hartazgo. La izquierda, mientras tanto, recuerda
que la violencia social no nace de un día: es un
continuo de deudas y promesas rotas.
El poder que absorbe (y
desactiva)
¿Por qué aquí no estalló como
en otros países de la región? Porque el
peronismo-con su elasticidad de goma-suele absorber demandas
y administrar conflictos. Lo hizo antes y lo hace ahora:
puede cantar lo social en campaña y ajustar en
la gestión, abrir la puerta a un Cámpora
y aplaudir a un Menem, abrazar la agenda feminista y negociar
el extractivismo. En ese péndulo, la izquierda
no peronista queda sin palacio pero con megáfono.
Y el megáfono, usado a tiempo, cambia páginas
de la agenda.
Globalización,
nuevos ricos y discursos viejos
Otro límite: las élites
ya no son solo terratenientes o industriales. Son plataformas,
fondos, algoritmos: riqueza que cambia de piel en segundos.
Ahí el discurso clásico se empantana: no
alcanza con "exprimir a los ricos" si los ricos
son vapor financiero. La izquierda que quiera incidir
deberá actualizar su aparato conceptual sin perder
su ética: menos consigna, más anatomía
del capital real-desde el dato municipal hasta el balance
de Big Tech.
Epílogo (con piedra
y plaza)
La izquierda argentina sin poder es, en
parte, retaguardia moral y, en parte, laboratorio de ideas.
La usan como ariete cuando conviene y la echan de la plaza
cuando molesta. Aun así, su exilio del palacio
le concede una ventaja rara: puede nombrar sin pedir permiso.
Y en política, nombrar es golpear.
La izquierda no peronista en Argentina casi nunca gobierna;
quizá por eso conserva la facultad de decir lo
que otros callan. Su verdad no es programa, es piedra.
Y toda piedra, lanzada contra la fachada del poder-ya
sea una tribuna en 1974 o, metafóricamente, una
caravana en 2025-no siempre la derriba, pero deja marca.
A veces esa marca es apenas una grieta; quizás
la única rendija por donde entrar el futuro.
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