En el lujoso geriátrico "Aurora
Dorada", donde los ricos ancianos pasaban sus últimos
días rodeados de confort y atención, una
enfermera recorría los pasillos con paso ligero.
Deteniéndose junto a la ventana de una habitación,
su mirada se posó en el anciano solitario que siempre
estaba allí, con la mirada perdida en el horizonte.
"¿A él no lo visita nadie?", preguntó
un visitante recién llegado, señalando al
anciano junto a la ventana.
La enfermera suspiró con pesar mientras asentía.
"Toda su familia murió hace 300 años..."
El visitante frunció el ceño, intrigado
por la respuesta, y la enfermera procedió a contar
la historia que rodeaba al anciano solitario:
"Hace siglos, en una era de grandes riquezas y
ambiciones desmedidas, un millonario visionario decidió
desafiar a la muerte misma. Utilizando su inmensa fortuna,
construyó un laboratorio ultra moderno donde se
dedicó a investigar la inmortalidad. Convencido
que podía superar los límites de la vida
humana, se ofreció como voluntario para ser el
primero en probar su experimento revolucionario.
La máquina de la inmortalidad, diseñada
para crear una burbuja temporal donde el tiempo no tendría
poder sobre él, fue activada con gran anticipación
y expectación. Aunque muchos científicos
avezados advirtieron que el desafío era algo temerario,
el millonario insistió en su experimento.
La prueba resultó ser un fracaso a medias o un
triunfo a medias, dependiendo del punto de vista. El millonario
quedó atrapado en un estado entre la vida y la
muerte, con su cuerpo inmóvil y su mente consciente,
condenado a observar y escuchar por toda la eternidad.
A pesar de su inmovilidad, el minutero de su reloj de
pulsera permanecía con un ligero titilar, como
queriendo hacer saber que tenía razón. En
su discusión filosófica, el millonario había
sostenido que entre un segundo y otro nunca se llegaría
al siguiente, pues siempre habría que recorrer
la mitad del camino primero, y luego la mitad de esa mitad,
y así sucesivamente. Los recursos infinitos no
garantizaban la victoria, solo producían resultados
sorprendentes.
En el transcurso de los siglos, su familia, amigos y seres
queridos desaparecieron, dejándolo solo en su prisión
temporal. Mientras el mundo cambiaba a su alrededor, él
permanecía atrapado en un sitial, testigo silencioso
del paso del tiempo."
Y así, en el geriátrico "Aurora Dorada",
el anciano solitario junto a la ventana continuaba su
existencia eterna, condenado a la soledad y la contemplación
infinita convencido que lo había logrado. Mientras
tanto el universo seguía su curso implacable y
la enfermera en la puerta repetía en voz baja:
¿Para qué?
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