La historia que les contaré se
desarrolla en el pintoresco barrio de Hempstead, casi
siempre embriagado por la bruma matutina que se cierne
sobre los parques y las callejuelas adoquinadas. Es un
oasis de serenidad en el bullicioso corazón de
Londres.
Sus antiguas casas de ladrillo rojizo, cubiertas de enredaderas
que trepan con elegancia por las fachadas, se alzan majestuosamente
entre calles adoquinadas salpicadas de farolas antiguas
que arrojan una luz titilante en las horas crepusculares.
A cada paso, se respira un aire de distinción y
misterio, impregnado del aroma de las flores que cubren
los jardines cuidadosamente cultivados.
Los transeúntes, envueltos en abrigos de lana y
bufandas, pasean con parsimonia junto a los elegantes
cafés y las tiendas de antigüedades, mientras
que el rumor de las hojas de los árboles mecidas
por el viento susurra historias de siglos pasados.
En Hampstead, el tiempo parece detenerse, como si el presente
y el pasado se entrelazaran en una danza eterna, tejiendo
un tapiz de belleza y misterio que cautiva los sentidos
y enciende la imaginación. Un contexto ideal para
desarrollar una historia que los que la vivieron preferirían
no recordar.
Previa llamada al 101, la Sra. Neelis se encamina a la
oficina de la Metropolitan Police Service (MPS) más
cercana a su domicilio para denunciar a un vecino que,
según ella, le está haciendo la vida imposible
desde hace un tiempo. Desde vandalismo hasta robos, pasando
por intimidaciones y actos de distinto índole y
gravedad. La recibe el oficial novato Smith, quien muy
amablemente toma datos de lo acontecido y queda en investigar.
Cuando le comenta al inspector Johnson las novedades,
este, al advertir que se trataba de la Sra. Neelis, sonríe
y le explica la situación.
"La sra. Neelis vive sola y ya comienza a manifestar
síntomas de una enfermedad relacionada con su edad
avanzada. Mientras pueda manejarse sola todo bien, pero
cuando comience a tener problemas más importantes
debemos anoticiar a la asistencia social para que intervenga.
Como no tiene familia, seguramente irá a un asilo...
solo pide un poco de atención".
Al otro día, el oficial Smith se presenta en el
barrio Hempstead, recorre la zona y termina golpeando
la puerta de la Sra. Neelis. Esta, entre sorprendida y
alegre, lo hace pasar, le sirve una taza de té
y le relata sus peripecias culpa del inmigrante Hindú
que vive a pocos metros de su casa, llamado Rajesh Patel
Sharma.
El joven, luego de escuchar pacientemente las terribles
peripecias sufridas por la anciana, le dice que irá
a darle una reprimenda a su vecino y terminar con la situación.
Se dirige a la dirección suministrada, golpea pero
no sale nadie. Mira por la ventana y ve una casa vacía,
en estado de abandono y deshabitada desde hace mucho tiempo.
Vuelve y le dice que ya había hablado con el acosador
y que este dijo que ya no la molestaría más.
La anciana no muy convencida le da las gracias y el oficial
vuelve a la MPS e informa lo acontecido al inspector.
No pasaron más que un par de días y la Sra.
Neelis ya estaba de nuevo en la oficina Metropolitana
de muy mal humor reclamando por el joven Smith. "Ya
volvió a sus andadas
hoy entró a mi
casa y la puso patas para arriba
todo revuelto.
Se llevó todo lo de la heladera y rompió
un jarrón". "Deben repatriarlo, hagan
algo, voy a ir a los medios si no hacen algo, no puedo
vivir así". El comisionado que escucha todo
llama al inspector y lo intima a solucionar el tema "como
sea". Este llama al agente Smith y le traslada la
problemática, con un ultimátum "hoy".
El oficial deja pasar unos días y vuelve al domicilio
de la anciana. Luego de los saludos protocolares y un
caluroso recibimiento el agente ingresa y se sienta a
tomar el correspondiente té. "¿Lo pudiste
repatriar?" "No se preocupe Sra. Neelis, ya
no la molestará más, lo pusimos en un barco
que va rumbo a Mombai, quédese tranquila".
Así fue como la tranquilidad volvió al barrio
Hampstead y a la MPS
pero a un costo muy elevado
y con un giro inesperado.
Habían pasado poco más de una semana de
la simulada "repatriación" del Hindú
cuando en todas las cadenas pertenecientes a la BBC mencionaban
un incidente internacional cuando la Oficina de Pasaportes,
Visas y Registros de Extranjeros (Passport, Visa and Foreigners
Registration Office o PVFR) da cuenta que detuvo un polizón
que intentaba ingresar a India de forma ilegal.
La situación se dio en una requisa al buque de
carga de bandera inglesa "Himalaya Star" proveniente
de Londres que desconocía por completo que traía
un polizón en la bodega. Al ser interrogado, el
joven dijo llamarse Rajesh Patel Sharma, carecía
de documentación y afirmaba haber sido expulsado
de forma ilegal del Reino Unido.
Al ver el rostro en el televisor de su living, la Sra.
Neelis exclama eufóricamente: "¡Cumplieron,
ya no molestarás a nadie!".
Pronto, los movimientos como United Families and Friends
Campaign (UFFC) y otros, salieron a levantar la voz contra
lo que creían actos de autoritarismo en contra
de minorías indefensas.
Visto esto, Neelis tardó solo unos minutos en colgarse
del teléfono para contar su historia y defender
el accionar policial. Situación que lejos de calmar
las aguas, las agitó y escaló el conflicto
a niveles internacionales.
Sobre el escritorio del primer ministro, en el 10 Downing
Street, London, SW1A 2AA, estaba el "The Evening
Standard" que con letras de molde titulaba "conflicto
con India por expulsión ilegal".
Presuroso el departamento de la Metropolitan Police Service
salió al cruce desmintiendo cualquier relación
con el caso, desconociendo al polizón y afirmando
que no consta en sus registros ningún dato al respecto.
Propiciado por la opinión pública y áreas
duras del parlamento se realizó una exhaustiva
investigación a cargo de una comisión creada
a tal efecto que como era de esperar
no llegó
a nada.
Pasó casi un año del incidente internacional
que había ocasionado la Sra. Neelis en compañía
de sus amigos policías. Con el tiempo y algunas
consecuencias menores, todo se olvidó. El oficial
Smith fue trasladado a un lugar donde pueda ser "controlado"
de cerca. Por otra parte, al inspector Johnson se le frustró
su ascenso y sigue en el mismo lugar.
La sociedad quedó dividida entre los que creían
que todo era un delirio de una señora octogenaria
y los que abonaban por una conspiración gubernamental.
También había una pequeña porción
que apostaba a la teoría que ni la señora
estaba tan loca ni que la policía expulsaba inmigrantes
tal como si.
La cafetera de la MPS ya estaba casi vacía. El
inspector Johnson y el novato que reemplazaba a Smith
revisaban papelería atrasada mientras de reojo
estaban atentos a los alertas de la BBC. De pronto el
graff advierte que están a punto de conectar con
exteriores.
Móviles de distintas cadenas nacionales y algunos
corresponsales del exterior estaban frente a la casa de
la Sra. Neelis. Podía verse a la anciana, subida
a los escalones de la entrada, con una docena de micrófonos
delante y varias cámaras. La cronista del matutino
dispara la primera pregunta: "¿Sra. Neelis,
qué tiene que decir de la detención del
polizón en el puerto nigeriano?".
"No tengo más que agradecimiento a la Metropolitan
Police Service (MPS) por estar siempre atenta para proteger
a los ciudadanos de Londres. Este joven inmigrante hace
tiempo que estaba realizando vandalismo en este barrio,
pero el agente Mannix lo puso en su lugar en un abrir
y cerrar de ojos".
La taza de café se deslizó
de la mano del inspector y cayó estruendosamente
al suelo. El uniformado giró la cabeza buscando
al novato con la mandíbula desencajada y los ojos
casi fuera de sus órbitas.
"¡¿Fuiste tú, torpe, fuiste tú?!"
"Solo quería ayudar, inspector".
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