América
Latina va a atravesar un período interesante y
complejo, al mismo tiempo, en esta etapa pospandemia.
Hasta aquí, todos los ejecutivos nacionales experimentaron
opciones de cambio Brasil, Chile, Perú, Ecuador,
Colombia, República Dominicana y Bolivia,
y durante 2023 probablemente se sume a la misma ola Argentina,
quedando en expectativa lo que pueda suceder en Guatemala
y Paraguay.
En
ese marco de varios presidentes nuevos, se celebró
la reunión de la Celac, en la cual hubo claras
diferencias sobre la mirada que se debe tener respecto
a la vigencia de la democracia y el respeto a los derechos
humanos. Más allá de las declaraciones,
está claro que se trató de una cumbre de
poco sustento real de coordinación de políticas,
con un predominio de consideraciones ideológicas.
O, como algunos dicen, el evento fue sobre todo una reunión
bilateral de Brasil y Argentina con invitados.
Nueva etapa en la región
La
llegada de Lula al poder, sumada a una nueva camada de
presidentes en Perú, Colombia, Chile, Bolivia,
Ecuador y Uruguay, hace que se inaugure una nueva etapa
en la región. En primer lugar, porque el presidente
de Brasil estará obligado a hacer un ordenamiento
macroeconómico, en un mundo no tan promisorio como
el de hace 20 años atrás, con amigos que
ya no están Chávez y Kirchner,
con una sociedad muy dividida y con debilidad en el Congreso.
Eso hará que deba concentrar energías en
el frente interno.
En
segundo lugar, porque nada hace prever que la región
vuelva a experimentar un boom de materias primas como
ocurrió entre 2003 y 2013. Con una guerra en Ucrania
que está lejos de definirse, altas tasas de interés
en los Estados Unidos y un crecimiento económico
muy moderado a nivel global, los países de América
Latina deberán administrar más escasez que
abundancia, con los conflictos políticos y sociales
que ello conlleva. Ciudadanías más convulsionadas
pondrán en jaque decisiones de ajuste macroeconómico
imprescindibles, alimentando un círculo vicioso.
Situaciones complejas
En
tercer término, buena parte de los países
de América Latina atraviesan situaciones complejas.
Son muy pocos los que pueden excluirse de la ola general,
pero al menos los cuatro grandes de la región Brasil,
México, Argentina y Colombia están
en procesos inciertos que podrían derivar en crisis
institucionales.
En
cuarto lugar, Estados Unidos no es el actor de principios
de siglo, con Bush primero y Obama después. Es
un país mucho más agrietado culturalmente,
luego del shock de la presidencia Trump, con fuertes interrogantes
respecto a qué sucederá en la elección
de 2024. Muchos analistas dan por terminada la globalización
tal cual la conocíamos hasta el momento un
circulo virtuoso de expansión democrática
y capitalista de libre comercio, para dar paso a
una era de gran incidencia de los intereses geopolíticos.
Esto profundiza la conflictividad con China y hace que
el gobierno americano pose sus ojos de manera especial
sobre la presencia del potencial oriental en Latinoamérica.
Brasil ¿primus inter pares?
Con
todo ese marco, Brasil y Estados Unidos se necesitan mutuamente,
dada la multiplicidad de problemas a nivel global. Lula
quiere y puede volver a jugar el rol de gran aliado para
moderar la conflictividad inter e intrapaíses,
de modo que nada genere un efecto dominó negativo
adicional a la difícil situación existente.
En los días previos, durante y luego de la Cumbre
de la Celac, Lula tuvo gestos para mostrar que el liderazgo
brasileño estaba retornando. Recibió a Evo
Morales, teniendo en cuenta la pelea que sostiene con
el actual presidente boliviano, Luis Arce. Selló
su amistad con Alberto Fernández, pero no fue a
ver a Cristina Kirchner.
Hizo
la visita de honor a José Pepe Mujica, al mismo
tiempo que actuó de contenedor de las demandas
de Uruguay respecto a los acuerdos de libre comercio dentro
del Mercosur. Mandó una señal para acelerar
el acuerdo con la Unión Europea antes de considerar
una negociación con China. Ningún otro presidente
de la región podría haber dado todos esos
gestos de ser un primus inter pares. En algunos casos,
porque son nuevos. Otros, porque están muy conflictuados
internamente. Otros, por tamaño y peso en la región.
Y, en el caso de México, por una decisión
de espléndido aislamiento, salvo con Estados Unidos.
Pero
claro, el mundo no es el mismo de hace 15 o 20 años
atrás. Lula llegó con una ventaja estrecha,
su país está más dividido, se enfrenta
a una oposición muy difícil y sus ex socios
regionales ya no están en el poder. De todos modos,
eso no evitará que el nuevo presidente de Brasil
trate de aprovechar el escenario actual para volver a
ser uno de los actores relevantes a nivel global.
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