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Historia|Fiesta de la flor |

La Fiesta de la Flor

Su Origen



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por @escobarsite


Tanto se ha escrito sobre los orígenes de nuestra máxima Fiesta: casi siempre en forma retórica.

  Todos los actos que generan trascendencia nacen en forma sencilla, casi silenciosamente, y se van afirmando merced a la voluntad, constancia y afecto de los hombres que los promovieron.

  La Fiesta Nacional de la Flor nació como un acto de servicio a la comunidad. Este relato es de un socio fundador que vivió los momentos previos a la organización de la misma y sobrellevó las preocupaciones y las angustias vivida en la preparación y desarrollo de la primera fiesta.

  A mediado del mes de Mayo de 1964, la reunión del Rotary Club de Escobar se desarrollaba normalmente, como una de las tantas. Cuando le tocó el turno al encargado de las efemérides, el ahora fallecido Arturo Brosio de Matheu, este expuso su cometido como de costumbre. No hay datos sobre quien se conmemoraba ese día. Al término de su manifestación, evidenció el personal descontento por el mero hecho que durante el año le había tocado recordar a tantos, relacionados con distintas actividades, pero nunca pudo conmemorar el día del floricultor. Realmente ese día conmemorativo no figuraba en ninguna lista, por lo tanto no merecía ninguna recordación.

  Arturo Brosio era viverista y estaba informado sobre la cantidad de canastos de flores que salían de Escobar para ingresar al Mercado Central de Buenos Aires.

  Casi todos los asistentes a esa reunión ignorábamos la importancia que representaban setecientos canastos de flores cortadas, para un vasto sector de la comunidad escobarense. De los presentes, alguien insinuó que bien podríamos reparar esa falta invitando a representantes de la gran familia de los floricultores locales para compartir nuestra cena y recibir nuestro reconocimiento. Desde luego que asistirían también las autoridades municipales: teníamos ya Partido propio y Antonio Lambertuchi ocupaba el cargo de primer intendente.

  Otros apuntaron que este acto de homenaje, así estructurado, no hubiera tenido la debida trascendencia: mejor organizar todo a nivel provincial con la presencia del gobernador de la provincia de Buenos Aires. Todos nos enfervorizamos y el tema no terminó allí: ya se infiltraba la idea de llevar todo a nivel nacional. Esforzado  defensor de esta idea: Arturo Brosio. Hubo quien objetó que para montar una fiesta nacional se necesitaba un decreto presidencial.

  Se desempeñaba como Secretario de Agricultura y Ganadería, en esa época, el Ingeniero Walter F.Kugler, quien, por distintos motivos, era muy conocido de Arturo Brosio. Fue de este socio rotario la idea de una fiesta nacional y él mismo salió en defensa de su postura. Textuales sus palabras: “tantas veces ha venido Kugler a mi vivero para pedirme favores; ahora no se va a negar para firmarme un decreto”.

  Ya las bases estaban dadas, y con fecha 27 de Mayo de 1964 se envió una carta, con el membrete del Rotary Club de Escobar, a todas las instituciones de nuestra Ciudad para invitarlas a una asamblea que se realizaría en la sede del Club Boca del Tigre, en Eugenia Tapia de Cruz nº 634, con el motivo de sumarse a nuestro empeño de organizar un evento de nivel nacional. Firmaban esta carta, en representación de una comisión provisoria,  Arturo Brosio como presidente y Omar García (gerente del Banco Norte y Delta) como secretario.

  Para sufragar los gastos más urgentes, se votó a que todos los integrantes de la Comisión Provisoria colaboraran con un aporte de mil pesos cada uno. Es interesante destacar que al fondo de la carta configuraban todos los integrantes de esa Comisión: Presidente Arturo Brosio;  vice Hideo Fuke; secretario Omar García; tesorero Fortunato Benzaquen. Vocales: Telmo Hisaki, German Sindehauser, Valentin Pierluiggi, Angel Curci, Pedro Scenna, Tetsuya Hirose, Alfredo Bianco, Juan José Lalli, Canio Nicolás Iacouzzi, José M. Casanova, Alejandro Watatanabe, Jaime Fernandez, Minoru Nakanisi, Teijo Yosida.  En la asamblea del 14 de Junio de 1964 se eligió, con pocas variantes, la Comisión Directiva.

  Con el pasar de las semanas, se iban intensificando las tareas de la flamante Comisión. Tan evidente era la seriedad de nuestro compromiso que la Fiesta ya era noticia en la prensa local.

  A fin de Setiembre de 1964 se pudo publicar el programa de los festejos. La inauguración de la Fiesta fue fijada para el día 8 de Octubre, fecha en que se conmemora el aniversario de la fundación de Belén de Escobar. El cierre, para el lunes 12 de Octubre, día no laborable.  Lugar de la exposición: el salón del Club Sportivo de Escobar, en la calle Colón frente a la estación ferroviaria.

  Era día jueves el 8 de Octubre.  Durante el día anterior, miércoles, todos los floricultores comprometidos se empeñaron en distribuir plantas y flores cortadas en forma tal que el público hubiese podido gozar de sus belleza. Felizmente, en altas horas de la noche, el jurado pudo dar su veredicto sobre los productos exhibidos.

  ¡Qué linda era nuestra exposición floral!

  Para nosotros, profanos de floricultura, tal vez nos habrá parecido, pero colmaba con crece todas nuestra aspiraciones. Al día siguiente, por programa, la inauguración de la primera Fiesta Nacional de la Flor estaba fijada para las 17 horas. Mientras, se dieron los último toques de arreglo y limpieza.  El día se manifestaba bastante gris: era  fácil pronosticar un temporal. Todos estábamos muy nerviosos en la espera de las autoridades e invitados especiales: entretanto el cielo se ponía cada vez más sombrío. El reloj de la iglesia todavía no había largado las cinco campanadas cuando, de improviso se desató una tormenta muy poca veces vista: eran cascadas que bajaban de las nubes preñadas de agua. Como broche de mala suerte, se cortó el flujo de energía eléctrica, y quedamos en la penumbra. Todo empezó a demorarse.  A cabo de una buena media hora, la tormenta no aflojaba, se escuchó el ronroneo de un helicóptero: llegaba el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Dr. Anselmo Marini.  Aterrizó, como pudo, en la playa de la estación, en frente.

  El agua seguía inundando todo. Para que el gobernador pudiese recorrer los escasos cincuenta metros que lo separaban del salón de Sportivo, tuvimos que improvisar una galería con paraguas, mientras alguien se había preocupado de procurar cuantos faroles estaban en poder de los vecinos o de su casa.

  De antemano, cuando todo estaba tranquilo, se había dispuesto que solamente las personas invitadas entrarían al salón para presenciar el acto de inauguración pero, al momento de ingresar las autoridades, se originó un desorden descomunal: con la lluvia que arreciaba, con la escasa luz de los faroles y a fuerza de empujones, casi todos los presentes entraron al recinto de la exposición. A pesar de algunos episodios desagradables, todo terminó en una forma algo suficiente.

  La autoridades desaparecieron de improviso. El Ing. Walter Kugler, como ministro, representó al Presidente de la Nación, Dr. Arturo Ilía.

  En el piso alto del salón del Club Sportivo, se había preparado un vino de honor para los invitados, los que, por causas evidentes, se excusaron de no poder participar. A menudo bajábamos la escalera para captar algún amigo transeúnte a que aprovechase algo de las delicias del vino de honor, a pesar de la escasa iluminación que proporcionaban una cuantas velas encendidas.

   El día siguiente, viernes, el cielo seguía cubierto mas no llovía. Con la afluencia de los chicos de las escuelas invitadas pudimos llenar la exposición, a falta de público concurrente.  La mañana del sábado no resultó tan diferente del día anterior;  cerca del mediodía tímidamente apareció el sol y, como por arte de magia, empezó a formarse una cola de público frente a nuestra boletería: nosotros mirábamos el espectáculo de modo indiferente.  Con el pasar de las horas, la cola se alargó tanto que ocupaba buena parte de la calle E.T.de Cruz. Nuestra indiferencia se transformó primero en curiosidad y luego en asombro. ¿De donde brotaba tanta gente? Los visitantes salían de la exposición satisfechos y con comentarios positivos.

  Había que armar un palco grande para la coronación de la reina y el Tono Lambertuchi, el intendente, nos informó que la municipalidad de Escobar no lo poseía. Personalmente, yo contaba con alguna amistad en la municipalidad de Campana y me fui allí con apuro y esperanzas. Pude conseguirlo. Se trataba de tres enormes y sólidos caballetes de dos metros de alto y dos docenas de tablones de cinco metros de largo. El camión de un voluntarioso los trajo a Escobar; aquí otros voluntarios se encargarían de armarlo. Se emplazó en la esquina de Tapia de Cruz y Asborno, del lado de la iglesia y mirando hacia la plaza; ocupó todo el ancho de la calle y parte de las veredas.  Con bastante metros de tela azul, se pudo disfrazar la poca simpática estructura de los caballetes; unas cuantas macetas con plantas adornaban el fondo del palco.

  El día domingo, las condiciones meteorológicas fueron benignas y la afluencia del público también: fue necesario cerrar la boletería casi a la medianoche.  Habíamos estado muy ocupados durante todo el tiempo de la presencia del público;  nuestras señoras también desempeñaron tareas distintas, así que nadie preparó en la casa algo para comer. Al cierre de la exposición, todos los que cumplimos funciones durante el día, nos trasladamos a la casa de comida “La Familia” instalada en la esquina de Mitre y Marconi, para aprovechar lo que quedaba en la cocina.

  El tiempo del día lunes 12 de Octubre, día de la Raza, también fue benévolo como el día anterior, y el público, incluso, nos acompañó. A la noche, un mundo de  gente (así nos pareció) flanqueaba las veredas para asistir al desfile de las pocas carrozas que se pudieron armar. Todo nos pareció muy hermoso, nos llenaba la vista de todo: delirábamos y teníamos la impresión que también el público deliraba.

  Completada la vuelta de la plaza, las carrozas pararon adelante del palco para  consignar las aspirantes a reina.  Mediante una improvisada escalera de madera, las chicas, con muchas dificultades, fueron subiendo al palco acompañadas por algún integrante de nuestra Comisión Directiva. En el momento de la elección sucedió algo que no habíamos previsto, y que podía haber provocado un pandemonio. Algunos del público presente, armados de máquina fotográfica y que se autodeterminaron como gente de la prensa, empezaron a subir desordenadamente por la escalera de madera para estar sobre el palco al momento de la elección, y la estructura de caballetes y tablones no estaba preparada para tanto.  A pesar de nuestras protesta, los intrusos seguían subiendo, haciendo caso omiso al reclamo. Al rato el palco empezó a bambolearse, primero levemente y luego con insistencia. Alguno más de la Comisión Directiva vino en mi ayuda para impedir que siguieran subiendo y luego obligar que el sobrante de los ocasionales fotógrafos se bajara de allí. A dura pena lo logramos: la ceremonia pudo seguir hasta el final.

Resultó electa la señorita  Ester Yosimiya.

  Tanta gente, nunca visto, estuvo presenciando nuestros actos: habrán sido 20 o 30 mil. Por los empujones y los apretones parecieron mucho más. Los fuegos artificiales, en la plaza San Martín, cerraron los festejos y las ansiedades de los artífices de este acontecimiento que marcaría un jalón inamovible en todas las expresiones de la vida progresista del Partido de Escobar.

  Arturo Brosio, hombre motor en el comienzo y durante los primeros años, ya no está entre nosotros. Él admirará complacido el resultado de su obra.

  Este año la Fiesta de la Flor llega a la edición numero veinte y su trascendencia en el orden nacional e internacional certifica el éxito obtenido año tras año gracias al tesón y al empeño de otro soñador: Luis Juan Brusi.

  A nivel local bien puede afirmarse que Escobar divide su evolución en dos etapas: antes de la Fiesta de la Flor, y después. Es importante que las nuevas generaciones lo tengan bien presente.

  Aquel puñado de hombres del Rotary Club de Escobar fue visionario, supo tener fe en una idea, atesoró esfuerzos, y el tiempo les brindó la prueba que no se habían equivocado.

Escobar 10 de Mayo de 1983.                                                 

por Canio Nicolás Iacouzzi 

P.D. Esta exposición fue publicada en ocasión del 25º aniversario de la fundación del Rotary Club de Escobar.

 


 

 



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